Por Asdrúbal F. Román Carcedo
No hay que hacer mucho caso a lo que el candidato ganador, hoy presidente, dijo y prometió en campaña electoral. Todas esas fueron palabras al viento, las suyas y las de cualquier otro candidato que llegue al gobierno. Una vez se posesionan, hay que atender a los hechos, a las decisiones que toman, a los planes que muestran al ir ejecutando. Son muchos, demasiados, los frentes de trabajo. Es imposible para cada colombiano saber todo lo que se está decidiendo. Pero el problema es que ni el presidente ni los miembros de su gabinete ayudan a que haya un cabal entendimiento de lo que están haciendo ni de lo que piensan realmente reformar. Parece que el presidente Petro sigue improvisando, y así tantos de sus ministros, despistados, con ocurrencias en vez de proyectos sólidos.
La gestión de gobierno entraña una intensa labor pedagógica. Es propio de la democracia mostrar a los ciudadanos qué se hace, cómo, con qué medios, y explicar qué sigue. Pero no estamos viendo nada de eso. Lo que hay son contradicciones, aventurerismo e irritación cuando se piden explicaciones. Aparece la cara desafiante y autocrática en la que se han formado tantos miembros del petrismo, para quienes lo democrático es solo un término para utilizar en contra de los adversarios