Por LUIS FERNANDO ÁLVAREZ J.
PUEBLO, POPULAR, POPULISMO. En su encíclica, el Papa Francisco se refiere a lo que él identifica como la buena política, para afirmar que ésta debe tener como punto central el desarrollo integral del hombre, para cuya consecución se hace necesario que en la política se abandonen las concepciones extremas populistas de derecha o de izquierda, así como la concepción neoliberal de corte egoísta, con el fin de adoptar determinaciones que busquen el desarrollo del pueblo y de lo popular, como formas de fraternidad humana
Asegura que las expresiones “populismo” o “populista” se vienen utilizando como conceptos antagónicos, para descalificar formas de pensamiento. “Ya no es posible que alguien opine sobre cualquier tema sin que intentes calificarlo de populista o no populista, para desacreditarlo injustamente o para enaltecerlo en exceso”.
El populismo como centro para la lectura de lo social, ignora la importancia de la noción de pueblo, lo que incluso puede llevar a eliminar el concepto de democracia. Cualquier idea política se legitima cuando se le vincula al sustantivo “pueblo” y al adjetivo “popular”. En estos conceptos debe fundarse el análisis de la realidad social. La palabra pueblo tiene algo más que no se puede explicar de manera lógica, “pueblo significa identidad común, lazos sociales y culturales y su defensa se logra a través de procesos lentos, difíciles y comunes”.
Es popular, el líder capaz de interpretar el sentir del pueblo, su dinámica cultural y sus objetivos. Debe construir “un proyecto duradero de transformación y crecimiento, que implica la capacidad de ceder a otros en beneficio del bien común”. La idea de lo popular degenera en un “insano populismo”, cuando ese liderazgo se convierte en habilidad para “instrumentalizar políticamente la cultura del pueblo y ponerla con cualquier medio despótico al servicio de un proyecto personal y de perpetuación en el poder.” Agrega: “Esto se agrava cuando se convierte, con formas groseras o sutiles, en un avasallamiento de las instituciones y de la legalidad”. El populismo desfigura el concepto pueblo y abusa del sentido de lo popular.
Dice el Papa que otra degradación de un liderazgo popular es el inmediatismo. El Pontífice afirma con claridad que “los planes asistenciales sólo deben pensarse como respuestas pasajeras, la superación de la inequidad supone un desarrollo sostenible, aprovechando las oportunidades de cada región”.
Para la encíclica Fratelli Tutti, lo verdaderamente popular no es dar, es tomar decisiones tendientes a asegurar a todos los individuos la posibilidad de trabajar, porque sólo así se promueve el bien del pueblo. El principal objetivo de un líder popular, consiste en permitir a cada miembro del pueblo una vida digna a través del trabajo, porque “no existe peor pobreza que aquella que priva del trabajo y de la dignidad del trabajo. En una sociedad responsable, el trabajo no sólo es un medio de sustento, sino un cauce para el crecimiento personal, para establecer relaciones sanas, sentirse corresponsable del perfeccionamiento del mundo y que la persona pueda en definitiva vivir como pueblo”.