Colombia es uno de los países más desiguales del mundo. Esto significa que hay niveles exagerados de concentración del ingreso y la riqueza. “Según las declaraciones de renta del año 2017, el decil 10 (superricos) concentró el 95,4 % de la riqueza total de las personas jurídicas del país, mientras que el decil 1 de los más pobres aglutinó tan sólo el 0,001 %” (Garay-Espitia, 2019). Las tarifas del impuesto a la renta según el ingreso bruto fueron muy moderadas para las empresas más ricas del país, resultado de la multiplicidad de exenciones, deducciones y tratos diferenciales. La reforma tributaria del presidente Duque continúa esta tendencia desigualitaria, contra la cual se están desplegando amplias movilizaciones sociales y políticas que proponen un cambio histórico hacia una sociedad más justa.
Queremos que haya justicia pero esta no cae del cielo, debemos conseguirla imponiéndonos por medio de la lucha política a aquellas minorías que sostienen el poder en esta sociedad tan desigual. Duque y su corte de áulicos neoliberales reclaman la validez de la tesis del progresivo mejoramiento de la condición de los más pobres, tesis que desespera a los pobres, sin trabajo, sin salud, ni educación. Qué diría el presidente Duque sobre ¿qué es una sociedad justa?
Sobre este asunto vale la pena leer el libro Capital e ideología de Thomas Piketty. Allí presenta la historia de los regímenes desigualitarios, desde las antiguas sociedades esclavistas, pasando por las sociedades propietaristas, hasta las modernas sociedades poscoloniales hipercapitalistas. Propone como alternativa un modelo de socialismo participativo para superar el capitalismo y el propietarismo. Este modelo, que es una radicalización del paradigma de la socialdemocracia europea y de la política del New Deal del presidente Roosevelt, comprende varios elementos: “instituir una verdadera propiedad social del capital, mediante una mejor distribución del poder en las empresas e introducir un principio de propiedad temporal del capital, en el marco de un impuesto altamente progresivo sobre los grandes patrimonios que permita la financiación de una dotación universal de capital y circulación permanente de la riqueza” (Piketty, 2019).
Este modelo de propiedad social presupone la superación de la propiedad privada y del capitalismo, por esto es más radical que el social-democrático, y así propone una nueva perspectiva igualitaria de alcance universal, basada en la propiedad social, la educación y en compartir conocimiento y poder.
Es importante tener en cuenta que tras el fin de las sociedades basadas en el valor absoluto de la propiedad privada en Europa y los Estados Unidos, en el siglo XX, se produjo la consolidación del estado social de bienestar. Ahora con el retorno del neoliberalismo en el siglo XXI, el mundo avanza nuevamente a niveles extraordinarios y descontrolados de concentración de la renta y la riqueza, generando así crecientes tensiones sociales en todas partes.
Aclaro: una sociedad justa no implica uniformidad ni igualdad absoluta. Una sociedad justa tiene como fin organizar la propiedad y la distribución de la renta y riqueza para que los más pobres puedan disfrutar de las mejores condiciones de vida posibles.