En tanto el presidente Duque en Davos, Suiza, construía país con la diplomacia económica para atraer inversión extranjera, aquí los vándalos callejeros destruían economía con palos y piedras. Dos formas de concebir estrategias para enfrentar las desigualdades sociales. Uno haciéndolo con racionalidad y responsabilidad. Otros con violencia para generar anarquía.
A pesar de los deseos de los opositores para que fracase el actual cuatrienio y dar de baja al sistema de gobierno vigente, la presencia oportuna del mandatario colombiano en Davos, coincidió con apreciaciones valiosas sobre la economía colombiana reveladas por organismos tan serios como la Cepal y expertos analistas internacionales no comprometidos con las agresivas campañas domésticas.
La Cepal, en ese mismo foro de Davos, decía sobre Colombia que “es el país de América Latina que más crece en su economía”. Y encuentra como una de las razones para su crecimiento, “el buen desempeño de la inversión”, agregando que “en contraste, el panorama del resto de la región es sombrío.”
Y no exagera la Cepal. El año pasado “el PIB latinoamericano llegó al 0.12 %, en tanto el PIB de Colombia fue del 3.2 %”. Si bien aún puede ser insuficiente para que el desarrollo se instale en el país, es positivo frente al decaimiento hemisférico. Seguramente repetirán en coro, aquellos que estimulan las marchas de encapuchados y destructores del bien ajeno, que en país de ciegos el tuerto es rey.
Coincide con las apreciaciones de la Cepal el columnista del New York Times, Nicholas Kristof. En su artículo contrasta los buenos índices de los indicadores económicos con la mala percepción de la imagen presidencial. Son las paradojas propias de quien gobierna para la galería y quien lo hace con responsabilidad. Sostiene Kristof, en su columna publicada por Semana, que “los avances que el país ha tenido en el siglo XXI son unos de los más notorios del continente”.
El analista gringo muestra positivos índices de crecimiento y cobertura en salud, educación, en reducción de pobreza, acceso a los servicios básicos de agua, energía. Destaca el comportamiento a la baja de la inflación, el impuesto más cruel contra los pobres. Y la baja en los niveles de pobreza y en el crecimiento del PIB per cápita.
Por supuesto que por Colombia no corren ríos de leche y miel. Ni vamos con aquel aval a exclamar que vivimos en el mejor de los mundos. Existen profundos y arraigados desafíos sociales que se debe afrontar con valor inaplazable. Pero también es innegable, como lo analiza el columnista del periódico norteamericano que la sociedad colombiana se ha modernizado, así sea en medio de violencias. Aquí se puede aplicar la frase atribuida a Núñez de que “hay pueblos que se enseñaron a progresar padeciendo”.
Son bien interesantes estos enfoques de la Cepal y del New York Times que apuntalaron la presencia en Davos de Iván Duque. Son índices que no tienen en cuenta los promotores, solapados o abiertos, del vandalismo callejero. Y menos una oposición visceral que brilla por su rabiosa insensatez.