Por david e. santos Gómez
Facebook jugó un papel indispensable en el ascenso tormentoso de Donald Trump a la Casa Blanca. Fue esta red, multiplicadora de noticias falsas, la que forjó un camino expedito para que la extrema derecha encumbrase a un multimillonario racista a la nominación republicana. Ahora, cuando las peores manifestaciones en décadas brotan en todo Estados Unidos y se ve de nuevo, sin cortinas, el peligroso discurso del mandatario y sus intenciones autoritarias, Facebook insiste en su política de no intervención aún cuando es evidente, a estas alturas, que una propuesta de neutralidad frente a las mentiras es una apuesta a favor de ellas.
El presidente estadounidense miente e incita a la violencia impunemente. A finales de mayo Twitter decidió advertir sobre el comportamiento dañino del político, primero cuestionando uno de sus trinos -por información engañosa- y posteriormente ocultado otro por “glorificar la violencia”. Trump respondió con ira y prometió una venganza legal contra las redes sociales, en declaraciones que tuvieron más de espectáculo que de sustancia. Facebook, a diferencia de Twitter, miró a otro lado. Su muro permaneció inmutable y allí Trump publicó sus amenazas.
El comportamiento indolente de la red social tiene inconformes a sus usuarios y a sus trabajadores. Ante la insistencia de sus empleados para que la empresa sea responsable con el contenido publicado en sus canales, Mark Zuckerberg, el todopoderoso dueño, defendió la no intervención e insistió en que no pretende ser “árbitro de internet”. Instagram, de la que Facebook es dueño, tampoco limitó al presidente.
Las respuestas del CEO fueron insuficientes y al interior de la empresa creció la rebelión. Un buen número de altos cargos hicieron huelga virtual y pararon sus trabajos. Otros más decidieron renunciar. Insisten en que va contra sus principios hacer parte de una compañía que se convirtió en el principal eco de un agitador. Zuckerberg volvió a hablar y se mantuvo firme. En una reunión con sus colaboradores insistió en que no comparte las posturas del presidente a las que considera divisivas e “inflamatorias”, pero prefiere ser un simple observador.
Trump elogió a Zuckerberg por su postura y luego habló con él por teléfono. Le dio las palmaditas que tiene destinadas a aquellos que no le discuten. Con el enorme canal comunicativo que proporciona el emporio de Facebook, y sin restricciones, el presidente puede seguir con su labor de pirómano.