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Sara Jaramillo Klinkert
Columnista

Sara Jaramillo Klinkert

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La riqueza era esto. Homenaje a los libros, las palabras y el idioma

Por Sara Jaramillo Klinkert - @sarimillo

Hay algo que quería contarte: es posible subir a la montaña mágica, encontrar la isla del tesoro, habitar ciudades invisibles. No te costará nada. Quizás no lo sepas, pero en la palma de tu mano cabe el mar indemostrable, el río revuelto, el silencio y los crujidos. Cabe también un mundo feliz, un santurio y un castillo blanco. ¿Qué esperas? Podrías llegar adonde quieras sin moverte del sillón de siempre. Tienes tan poca vida, no sigas en busca del tiempo perdido. Hasta la mugre puede ser rosa. El ruido y la furia déjalos al lado del camino, junto a las hojas de hierba o al pie de aquella rayuela que la lluvia no ha borrado. Tienes una gran riqueza y es posible que aún no lo sepas. Hablas español, uno de los idiomas más poderosos de la Torre de Babel. Con el lenguaje podrías expandir este inmenso mundo o, incluso, inventar uno nuevo y, aún así, te sobrarían palabras. Existen más libros de los que alguna vez podrás leer, ni cien años de soledad te alcanzarán para abarcarlos. No pierdas tus grandes esperanzas, no todo son pasos perdidos. Te esperan molinos de viento y cartas esféricas. Tierra baldía, lo que no borró el desierto, la vorágine, el país de la canela. Todas las islas de Stevenson, el diablo dentro de la botella, el jardín de senderos que se bifurcan. Asómate a la ventana, verás la luna y seis peniques. Por Arnoldo sabrás que las estrellas son negras. Por Borges, que el aleph es infinito. Por Vargas Llosa, que el paraíso queda en la otra esquina. Conocerás las crónicas marcianas. Le darás la vuelta al mundo en ochenta días. Verás la perra de Quintana, el loro de Robinson, el cuervo de Poe, el rocinante de don Quijote, el cachalote de Melville. Primero estaba el mar. Érase un río, esta herida llena de peces. Dos aguas, justo las de Duperly. Una muñequita rusa dentro de otra muñequita rusa, dentro de otra muñequita rusa, te recordará que la vida es una matrioska, conteniéndose siempre a sí misma. Tienes que mirar, pero no te embeleses con tu propio reflejo. Pregúntale a Dorian Gray y a Ovidio. No seas tan Bartleby diciendo: “Preferiría no hacerlo”. Un huracán llamado Melchor pasará dejando algunos destrozos. Recoge los pedazos, podrían ser partículas elementales, migajas del cielo que perdimos. De una noche de invierno un viajero sabrás que es posible comenzar infinitas veces una misma historia.

Prometo milagros, sueños, confesiones y fragmentos de vida. Suave es la noche. El viaje es vertical. La broma es infinita. La soledad era esto, la vida era eso, dirían Millás y Amoraga. Atraviesa la dimensión desconocida, quizá te lleve a Comala, a Macondo o a Santa Mónica de los venados. Tienes mil y una noches, tres días y una vida. Recuerda que la eternidad por fin comienza un lunes. Que la insoportable levedad del ser sea tu excusa para leer más libros. Que cada 23 de abril, cuando celebres el día del idioma, recuerdes que la riqueza era esto 

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