Hemos insistido reiteradamente en que un factor –no el exclusivo, por supuesto- que está en la base de la violencia –política y de la vida cotidiana-, hace referencia al odio y la venganza. Y esto ha acompañado nuestra historia política, hasta hoy, porque la posibilidad de asumir actitudes más tolerantes para entender y manejar situaciones conflictivas, es vista como debilidad y estigmatizada. Es decir, estamos frente a la manifestación de una cultura política dogmática e intolerante y de la venganza a flor de piel –incluso en ocasiones mimetizada con ropaje de justificación jurídica-.
Buena parte de la violencia política entre conservadores y liberales que atravesó la primera mitad del siglo XX, estuvo asociada a esa cultura intransigente que...