¿Qué nos está dejando en evidencia este virus que nos tiene escondidos a casi todos a la espera de un microbio que se esparce como el viento?
Nos recordó que vivimos en un mundo donde todo es mercancía y desprecio por bienes comunes como la salud, la naturaleza y la vida. Todo tiene un precio. Hay que acumular. Y mientras unos acumulan más y más, la miseria se va trepando por las laderas ante la indiferencia que genera el dinero.
Resulta paradójico. ¿De qué vale el yo tengo, con miedoy encerrado en la casa? Queda en evidencia que no se necesita tanto para vivir e igual se disfruta la vida. Que consumimos sin necesidad y que hay mucho que podemos modificar en nuestras vidas para darles valor y mayor sentido.
Ha quedado en evidencia una desigualdad terrible, una pobreza que las estadísticas no enseñan y una nula capacidad de ahorro de gran parte de la población. Y un mercado laboral frágil e injusto que hace sufrir a la mayoría.
Quedó en evidencia la postración de la salud: hospitales en la inopia a lo largo y ancho del país, con enorme atraso tecnológico, llenos de deudas y personal mal pagado.
También nos señala una gran desigualdad tecnológica y educativa que ayuda a aumentar la brecha social, y nos ayudó a ver que hoy internet es una necesidad y debería ser parte de los derechos de cualquier persona siquiera con un mínimo vital.
Nos ha puesto en evidencia la importancia del campesino, que ha permitido el flujo de alimentos, así el gobierno libere aranceles y se niegue el derecho a la tierra, quitándoselas inclusive a quienes quieren producir.
Ha mostrado el daño que hemos hecho a la naturaleza, arrinconando además otras especies que en estos dos meses largos nos han enrostrado, al volver a sus espacios, cómo las hemos afectado.
Ha puesto al descubierto tanta ignorancia de las personas, creyendo cadenas tontas en redes sociales, tragando información de fuentes poco confiables, acrecentando temores y rechazos sin sustento alguno. Una cruel radiografía de nuestra incapacidad de dudar y analizar.
El coronavirus nos evidenció que vivimos en un mundo desajustado casi por completo, que obedece a valores superfluos impuestos por una minoría, aunque también, menos mal, nos ha permitido ver otros caminos por los cuales podríamos vivir mejor como personas y sociedad.
¿Haremos caso al fin a las evidencias?
Maullido: increíble que en esta crisis empresarios estén pidiendo licencias ambientales exprés para continuar el daño.