Culminado el espectáculo mediático presidencial, con su irrespetuosa e innecesaria convocatoria pública para escoger a los integrantes de la terna para elegir al nuevo Fiscal General de la Nación, que concluyó este lunes con la cantada escogencia del cuestionado Néstor Humberto Martínez Neira, cabe señalar algunas de las prioridades en la gestión del electo si es que quiere salir airoso en su administración.
Su primera misión es recuperar la credibilidad de los ciudadanos en un ente del todo desprestigiado; él, que es un político, tiene que desburocratizarlo y prescindir de las “corbatas” para vincular funcionarios idóneos que amen su oficio. El Fiscal no puede ser un personaje de farándula ni pretender gobernar al país como su antecesor.
Así...