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No acompañé al actual alcalde en su campaña. Estuve con Alfredo Ramos por disciplina y por conocimiento de la persona, de sus planteamientos y de sus intervenciones en la campaña. Me habían infundido miedo por Quintero, no me gustó la forma como trató al anterior gerente de EPM. Fue un chiste y burla que no le salió bien. Fue un irrespeto que no le luce a quien aspira a tan alto honor, de ser alcalde de Medellín.
Ganó con los votos suficientes, dentro de una democracia que así escoge a sus principales funcionarios y, como demócrata que soy, respeto el fallo del pueblo cuando el debate transcurre dentro de las normas democráticas. Cosa distinta en la segunda elección de Juanpa –como le gusta que le digamos–.
Visité al nuevo alcalde, en cumplimiento de una misión del Centro Democrático para informarle la posición del partido, que sería la de una oposición reflexiva. No una oposición ciega. En la visita me pareció una persona bien intencionada. Así esperaba su administración.
El nombramiento del gerente de EPM me gustó. Se trata de una persona capaz, honesta, a quien conozco bien. Fue mi asesor durante las sesiones de la Asamblea Nacional Constituyente en 1991.
Pero vino el giro. Cuando un alcalde quiere hacer las cosas por encima de todo el mundo, se empiezan a desequilibrar las situaciones. Los técnicos y conocedores del funcionamiento de las Empresas Públicas de Medellín salieron para ser reemplazados por novatos, puede que muy preparados, pero desconocedores de nuestra empresa insignia.
Minimizó los daños producidos por unos manifestantes violentos y vándalos, en el Metro y unos negocios particulares, cuando dijo que eso se solucionaba con pinturita (casi escribo esto con mayúscula).
Como desconocedor de lo que significan las Empresas Públicas de Medellín para los antioqueños y para los colombianos, se embarcó en una aventura que puede acabar con ellas y arruinar el esfuerzo de tantos años de un pueblo ignorado por los poderes centrales.
Quiero contarles historias: por los años cuarenta, hubo unas manifestaciones en Medellín porque el gobierno nacional no daba recursos para construir el acueducto de la ciudad. Recuerdo que se puso un termómetro en la fachada del teatro Junín, que mostraba los dineros recaudados por la venta de unos bonos para hacer la obra negada por la nación. Los gritos de los manifestantes eran “arepa sí, chicha no”. Se recaudó el dinero suficiente y se construyó el acueducto, sin un peso de la nación. La energía, comunicaciones y demás servicios, se han hecho con todo el esfuerzo de un pueblo incomprendido.
Un alcalde, ese sí visionario, en 1955 unió las empresas de servicios domiciliarios y creó una gran empresa de servicios, que ha crecido por el buen manejo de las autoridades y el reconocimiento de unos ciudadanos que reciben buenos servicios.
Estamos en peligro, en enero vence el plazo para los constructores de Hidroituango, ahora demandados. Me preocupa quien los vaya a reemplazar. Ya las calificadoras de riesgos bajaron la calificación a EPM. ¿Detrimento patrimonial? ¿Quién pagará los perjuicios de la demanda contra los constructores?.
