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Esta semana, Antioquia celebró un hito trascendental: se completó el revestimiento del túnel principal del Túnel del Toyo, uno de los 17 túneles totales y el vehicular más largo de Latinoamérica con 9,73 km. Aunque la obra total no está terminada —el avance del proyecto ronda el 80%—, este logro marca un paso decisivo hacia la consolidación de una vía que conectará a Colombia con el mar de Antioquia. Más que una obra de infraestructura, el Toyo representa lo que una región puede lograr cuando asume la agencia de su desarrollo con visión y determinación. A pesar de los obstáculos, los retrasos y la falta de compromiso del Gobierno Nacional, Antioquia avanzó.
Gracias al liderazgo decidido de la Gobernación de Antioquia y la Alcaldía de Medellín, el proyecto está 100% en manos de la región. Ambas entidades asumieron con recursos propios la ejecución del Tramo 1, completado con una inversión cercana a los $2,7 billones. Y ante la inacción de la Nación, gestionaron la cesión del Tramo 2, en dos sectores, ambos con un avance cercano del 60%. El mensaje es claro: el túnel sigue, y con él, se abre un mar de oportunidades.
Y no es casualidad que sea un conector clave para Urabá, una de las zonas más estratégicas y durante años más olvidadas del país. Urabá ya no es una promesa: allí se termina de construir Puerto Antioquia, el primer proyecto portuario que transformará la logística del país desde este territorio: implicará ahorros de hasta 398 kilómetros desde Bogotá, 331 desde Medellín y cerca de 300 desde Cali, comparado con los trayectos actuales hacia puertos como Cartagena. Esta ventaja geográfica y de infraestructura convertirá a Urabá en el punto más eficiente de conexión entre el centro del país y el Caribe, integrando un nuevo nodo logístico, industrial, agroexportador y turístico de escala nacional.
Además de su ubicación privilegiada, Urabá se sostiene en una economía agrícola resiliente que ha sido columna vertebral de su historia. No solo la industria bananera, que ha generado empleo, sostenido el ingreso de muchas familias y resistido décadas de abandono estatal, también se abre paso como territorio fértil para nuevas industrias. Hay apuestas emergentes en energías renovables, transformación agroindustrial, turismo ecológico y biotecnología basada en su biodiversidad única. Con 514 kilómetros de costa, paisajes exuberantes y su identidad cultural, el mar de Antioquia comienza a atraer más inversión y talento, ampliando su vocación productiva y proyectándose.
Claro, persisten grandes retos sociales. Según Antioquia Cómo Vamos, Urabá tiene una tasa de pobreza monetaria del 40,6 %, y un 65 % de los hogares vive con inseguridad alimentaria moderada o severa. Pero frente a estas cifras, también hay acciones concretas. El proyecto de alcantarillado en Nueva Colonia, liderado por Juntos por Urabá y varias empresas del país a través de Obras por Impuestos, es uno de los varios ejemplos del compromiso empresarial y social en marcha. Intervenciones en educación, vivienda, servicios públicos, procesos comunitarios.
Urabá es uno de los grandes anhelos en los que queremos enfocarnos desde Proantioquia: abrir conversaciones de futuro que trasciendan la coyuntura y pongan las agendas de largo plazo para el desarrollo regional y nacional. A Urabá no lo vemos solo como el mar de Antioquia, sino como una de las puertas fundamentales del país hacia el mundo.
Antioquia demuestra que otra forma de gobernar, de construir, de liderar, es posible. Lo hace con trabajo colectivo, con visión y con la convicción de que se hace país desde las regiones. Aquí no hay retórica, hay ejecución.
Colombia necesita liderazgo con foco. Y en Antioquia, esta semana, quedó claro: hay luz al final del túnel.
*Vicepresidenta Ejecutiva Proantioquia
