Yo también caí años atrás en la trampa de ilusionarme con un costoso método de lectura rápida. Con ambiciones enciclopédicas me matriculé en una academia de amplio prestigio aspirando leer de forma vertical y vertiginosa. Por fortuna, rápido percibí la distancia entre devorar un texto y saborearlo, y fue fácil tomar la determinación de cederlo al primer interesado. Hay abismal diferencia entre acceder a la información y procesarla, entre ser un erudito y tener capacidad de análisis y de reflexión. Lo que importa finalmente no es cuánto saber se acumula, sino cuánto llega a estructurar de forma positiva nuestra vida, si la dotas de contendido y cimienta nuestra identidad.
Esa moda es una buena imagen para simbolizar la tendencia actual de la educación...