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El bote

hace 9 horas
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Por Lewis Acuña - www.lewisacuña.com

El diablo está en los detalles, dicen. Quizá rojo, intenso, brillante como aquel pequeño bote que quedó como nuevo.

Ese bote había navegado con las infancias de los que eran ya los hombres de la casa. Empezando por el padre, que lo recibió como un regalo del suyo y que en recientes años partió a navegar en aguas no terrenales. Era un objeto preciado.

En su madera estaban grabadas las horas de conversaciones generacionales, las confesiones, los consejos. Todo el amor que se transmitía flotando en el tranquilo lago que era su hogar y amigo. Y era momento de heredar los remos.

El padre ya era abuelo y su hijo el papá. El niño de la familia estaba en la edad de memorizar atardeceres y consejos. De escuchar y admirar a su viejo. Por esos momentos de vida, fue que el abuelo decidió rejuvenecerlo, dejarlo como nuevo.

La encargada de hacerlo había sido muy recomendada. Una mano mágica, una que acariciaría con su brocha todas las texturas del pasado. Respetándolas, reviviéndolas, llenándolas de la vitalidad necesaria para las nuevas historias con las que navegaría. Era muy detallista. Incluso reparó el agujero en el casco que le impedía terminar.

Algunos días después, el abuelo la pudo encontrar entre pinturas, brochas y otro trabajo. La había estado buscando con urgencia. Sin decir mucho, la abrazo y le entregó un fajo de billetes que ella ni entendía porque tendría que contar si ya le había pagado.

–No es por la pintura es por el agujero– le dijo. Algo que para ella era insignificante y por lo que no era necesario pagarle más y esa fue su respuesta.

—Cuando te pedí que pintaras el bote, olvidé decirte que tenía un agujero. Al secarse la pintura, mi hijo maravillado subió a mi nieto para cumplirle la promesa del primer paseo juntos y yo no estaba en casa. Cuando regresé y me di cuenta de que se habían ido, me desesperé. Recordé el agujero y pensé lo peor.

—Imagínate mi alivio y mi alegría cuando los vi volver sanos y salvos. Revisé el casco y vi que tú lo habías reparado. Lo que hiciste les salvó la vida. No tengo la plata suficiente para pagarte ese pequeño gran favor.

El diablo está en los detalles. Nunca sabes cuándo un gesto mínimo puede cambiarlo todo. Lo que para ti es rutina, puede ser la diferencia entre un día normal y una pérdida irreparable. No todos los actos significativos vienen de grandes decisiones. Generalmente basta con hacer lo correcto. Sin esperar nada, pero sin subestimar lo que das.

Las pequeñas acciones sostenidas por la conciencia, la empatía y la ética, tienen un valor que excede cualquier pago. Tu trabajo cotidiano. Tu gesto amable. Tu atención a los detalles. Todo eso importa. Aunque parezca insignificante, te convierte en el héroe de la historia que escribes con tu vida.

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