Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6
Por Lewis Acuña - www.lewisacuña.com
Mi amiga Carolina no es que sea chismosa, sino que tiene mala memoria. Claro, todo lo cuenta con lujo de detalles, eso sí, sin exageraciones ni invenciones de su parte. Tampoco agrega su opinión ni tiene ánimo destructivo o interés de criticar. Cuenta las cosas como son, pero su problema es la memoria. Siempre olvida aquello de “no le vayas a decir a nadie” o el más popular “pero te lo cuento solo a ti”.
Caro siempre está rodeada del cariño que sabe ganarse. La más querida del edificio. Es noble y generosa. No solo en lo que cuenta, sino en lo que puede compartir materialmente. Es capaz de ceder su comida si nota el antojo en la mirada de alguien o de regalarte el último pasaje que le queda en su tarjeta de Transmilenio si nota que te hace falta.
Así es ella. Es alguien en quien se puede confiar. Incluso en lo que cuenta, porque no falla. Por ella me enteré, por ejemplo, de la renuncia que presentarían dos compañeros y que nadie sospechaba. “Te voy a contar algo pero shhh...” es la luz verde con la que inicia el tránsito de historias buenas y ajenas. Lo dice mientras va bajando el tono de voz, casi hasta el susurro.
Lo irónico, es que aún sabiendo de su memoria, siempre la buscamos para contarle nuestras cosas en una especie de intercambio de información, porque nunca se va uno con las orejas vacías. A veces creo que por ello es uno el chismoso, no ella. En ocasiones, me convenzo de que es una terapeuta gratuita del desahogo.
Piensa que por ejemplo no siempre hablamos para buscar un consejo. A veces solo queremos soltar. No cargarlo más. Repartir un poco el peso para aligerarlo. Es una necesidad humana que cuando algo aprieta adentro, lo más fácil es intentar sacarlo por la palabra. Como si decirlo fuera ya suficiente para sanarlo. Como si ponerlo afuera bastara para dejarlo ir.
Tú lo haces todo el tiempo. Somos historias y nos gusta contarnos. Uno habla. Uno suelta. Uno se alivia. Otro escucha. Otro cuenta. Otro se alivia. Por ello todos en algún momento somos Caro, porque escucha y cuenta sin juicio. Porque no tiene urgencia de interpretar ni de resolver. Solo presta atención. Te recibe tu historia como quien te sostiene un abrigo sin preguntarte de dónde vienes ni porque te lo quieres quitar de encima. A cambio, te entrega otra historia. Una ajena, una que usualmente contrasta con la tuya.
Cuando escuchas o cuentas lo que le ha pasado a otro regulas lo tuyo. No solo porque comparas, sino porque comprendes. Porque en el relato de alguien más, incluso en el que no te incluye, encuentras pistas sobre lo que sientes, lo que necesitas, lo que aún no habías entendido de ti.
Caro tiene mala memoria y es algo que agradecemos. Lo suyo nunca ha sido el chisme, sino -estoy seguro que sin proponérselo- la sanación a través de las historias que nos hacen humanos, sencillamente humanos.