Por Darío Acevedo Carmona*
@CentroMemoriaH
La Ley de Víctimas (1448 de 2011) que creó el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) estipula, entre otros asuntos, tres temas que deben tenerse en cuenta para comprender todo lo que está sucediendo en dicha institución a raíz del cambio de dirección.
El primero es el que designa en el presidente de la República el nombramiento del director. El segundo es el que define la coyuntura de violencia política reciente como un conflicto armado interno (CAI), y el tercero es el parágrafo del artículo 143 de la Ley 1448 que declara que ninguna entidad estatal puede orientar su trabajo hacia la construcción de verdades oficiales.
El nombramiento de director ha estado rodeado de polémicas y campañas que dieron al traste con las aspiraciones de los dos primeros postulados del presente Gobierno: Mario Pacheco y Vicente Torrijos, cuestionados por organizaciones políticas y otras de víctimas en razón de sus posturas ideológicas. En el caso de quien suscribe estas notas, la campaña no solo tuvo la intención de malograr el nombramiento, también por razones ideológicas y opiniones personales, sino que prosiguió alrededor del temor y la desconfianza respecto de las garantías de integridad y el riesgo de alteración de los archivos de derechos humanos que reposan en la institución a causa de mi presencia.
Una tercera avanzada de la campaña propagandística en mi contra ha versado sobre la alianza CNMH-Colciencias para convocar a los grupos de investigación del área de las ciencias sociales y humanas a presentar proyectos de investigación sobre el conflicto armado y fenómenos conexos, y, por otra parte, sobre algunas decisiones sobre el guion museológico que ha de aplicarse en el futuro Museo de la Memoria que se ha de construir a partir del año 2020, que mis opositores dan por concluido y que contiene su versión de la historia del conflicto armado interno (CAI).
Los contenidos de dicha campaña van desde el veto a mi nombramiento, el cuestionamiento ético y moral para desempeñar el cargo, el desconocimiento de mis calidades profesionales, señalamientos graves, acusaciones infundadas, mentiras, tergiversaciones, insultos, en fin, de todo, menos lo que se pudiera tomar como un debate académico y razonable.
En dicha orgía destructiva han confluido académicos de renombre, dirigentes de las diversas izquierdas, pensadores progre, dirigentes de Ong, columnistas, medios, directivos de organizaciones sociales y de víctimas, en defensa de un legado que consideran intocable, inmodificable, inamovible e incuestionable. Tozudamente se niegan a admitir que todo conocimiento tiene que estar sujeto a confrontación, a contrastación, es decir, estar abierto a la crítica. Consideran que su visión del conflicto armado es la verdad verdadera y que lo producido y publicado en el CNMH es la verdad definitiva que no admite la controversia, sin querer advertir que de esa forma violan la ley que dicen defender al convertir su versión en verdad oficial, dogma de dogmas.
No les ha bastado que en todos los proyectos de iniciativas de memoria (trabajo con diversas y plurales comunidades de víctimas, 18 en curso), en los 15 proyectos que convocaremos a través de Colciencias, en mis reuniones públicas e internas y en mis discursos, me acojo a la definición de conflicto armado interno, conducta que asumo porque juré respetar las leyes y porque, además, esa definición no es un dogma que lo pueda colocar a uno en un dilema mortal.
Imposible responder en este espacio a todos mis detractores que me han proscrito de sus eventos académicos, que me hacen bulling, que me califican de hereje, que, cual tribunal de la santa inquisición, me condenan por lo que he pensado y expresado en mis libros, ensayos y columnas lo cual, supuestamente, me inhabilita para dirigir el CNMH. Y me descalifican como profesor, como historiador, como investigador, como pensador, prevalidos no se sabe de qué investidura.
Me han grabado reuniones institucionales, me han preguntado sobre mis reuniones con militares y empresarios y un senador en debate impropio me tildó de ser cómplice del paramilitarismo, cuya memoria estaría obstruyendo. Se llenan la boca de agua, todos ellos, hablando de paz, de amor, de libertad, de democracia (en la que no creen y han jurado defender), de reconciliación pero vomitan odio, venganza e intolerancia. Mientras ellos nos arrojan tiestos, en el CNMH continuamos trabajando por la memoria de las víctimas del conflicto armado interno.
* Director del Centro Nacional de Memoria Histórica.