“Llego Diciembre con su alegría, mes de parrandas y animación, en que se baila de noche y día y es solo juergas y diversión”. Lo dice la canción. Se dejó venir el olor a buñuelo y natilla. Traguito sabroso para borrar cualquier consideración racional. Ya el ambiente se siente y la gente está que se enloquece. Las calles tienen cara de hervidero humano y se nota las ganas de más de uno de desaforarse.
Eso sería muy bonito si los tiempos fueran otros, pero, noticia, desde hace dos años esto cambió y se puso difícil, por culpa de una bobadita que se llama coronavirus COVID-19, que hizo que el palo no esté para cucharas y menos para diciembres.
Partamos por el estado actual de la pandemia en nuestro país. Fuimos testigos de la agresividad del tercer pico de contagios y del grado de dolor a punta de muertos. El cuarto pico está tocando la puerta y pronto va a entrar, incluso con una variante nueva del virus. Basta con ver las cifras de casos positivos. Piano-piano crecen. En Antioquia en los últimos días crecieron un 60% los contagios, 500, 600 personas al día se contagian con el virus. La casuística muestra que quienes llegan a una UCI, donde las probabilidades de morir o sobrevivir son 50/50, tristemente no están vacunados. Súmele al panorama que los casos en niños se han incrementado.
Vea otro dato: a los colombianos cada vez les preocupa menos contagiarse. Lo dice la encuesta Pulso Social del DANE. 82% de los encuestados no les preocupa contagiarse y dicen que la cosa está calmada. Quienes no se han vacunado sacan excusas típicas del colombiano buena vida. Falta de tiempo, que no pueden escoger la vacuna que les gusta, que hacer fila no es lo de ellos. Pero programarse para pasar el 31 en fiesta o buscar tablado sí es prioridad.
Cruda verdad y diciembre amaga con ser COVID friendly. Piense simplemente en la forma de uso del tapabocas, que ya es un accesorio corporal. ¡Tapamentones, a lo sumo! El distanciamiento social es una contradicción. Mire el complique para saludar. Estamos hablando de un acto de confrontación entre un puño y una palma extendidos, que a veces llega con plus: lleve abrazo y pico tapaboquero al cachete. Me acuerdo de la frase de un conocido: “A mí salúdeme bien, que ya ha pasado mucho tiempo”, como si no hubiera existido más de un año aprendiendo que el saludo ya no es como el de antes.
Efectivamente, ya estamos jugados, la apertura es una realidad y toca retomar las dinámicas de trabajo y de cotidianidad. El cuidado es una necesidad en toda la extensión de la palabra. Obvio, aún no hay cura para esto y la tasa de vacunación no brinda una protección colectiva, pero no hay de otra, porque las vacunas están haciendo el escudo para blindarse. Increíble que después de dos años haya gente que piense en no vacunarse, por lo que sea. Nada les cuesta.
Entonces, el panorama no es tan bueno. Vuelve y juega la responsabilidad individual como condición no negociable. No deje que un diciembre de parranda y animación sea la puerta de entrada de un virus que no le importa si los buñuelos o la natilla estaban ricos.