En menos de dos semanas, el líder Xi Jinping deberá recibir la buena pro del Partido Comunista chino para continuar al frente del gobierno de su país en un tercer mandato.
Hasta el comienzo de la pandemia el actual líder puso todos sus alfiles en posición para que su tercera nominación fuera un hecho ineluctable. Una denodada lucha en contra de la corrupción, una cuidadosa propaganda interna para poner de relieve la fortaleza china frente a los Estados Unidos en la batalla comercial, tecnológica, financiera y diplomática, y un minucioso trabajo para dejar una huella en la Constitución de 2020 fueron hechos que Xi entretejió para montar el andamiaje de su nombramiento.
Hasta ahora nadie duda de que se extenderán sus funciones más allá del 2023. Y, sin embargo, el país que Xi gobierna muestra signos de debilidad en terrenos claves a los ojos de propios y de terceros. Xi se ha atornillado en el poder como un líder moderado atendiendo a la máxima de que, en el sistema meritocrático imperante en China, cualquier cambio debe estar justificado y por ello el cambio no fue la nota resaltante. Sin embargo, los segmentos más jóvenes del partido están inquietos, precisamente porque perciben la necesidad de innovar en la hora actual.
Xi debía haber mostrado superioridad en cuanto a sabiduría y capacidad de decisión, y necesitaba éxitos concretos para respaldar la propuesta de una nueva China hiperpoderosa dentro de un mundo convulso. Para quienes no pintan canas, ello no ha sido así.
El confinamiento estricto de la estrategia de Cero Covid que lleva estampada la firma del jerarca Xi ha golpeado muy duro a los estratos juveniles. Se paralizó 20 % de la producción industrial, rompiendo las cadenas logísticas de aprovisionamiento y con ello desapareció la promesa de una tasa de crecimiento de 5,5 % anunciada en marzo. La previsión de hoy no sobrepasa 3,3 %. La desaceleración se siente particularmente entre los que están a las puertas de su edad adulta, sin buenas perspectivas: 20 % de los ciudadanos entre 16 y 24 años está desempleado. Los recién graduados de las universidades —11 millones de chinos educados dentro de la ideología partidista— ven su futuro en tonalidades de gris.
Así es como ha surgido en el interior del partido una decidida oposición a Xi del lado de la Liga de la Juventud Comunista, encabezada por el potencial primer ministro Hu Chunhua, protegido de Hu Jintao, predecesor del septuagenario Xi. Otro que está pisando fuerte en la antesala a la 20.ª reunión del partido es Li Keqiang, el actual primer ministro. Con su facción de la Juventud Comunista, este discreto funcionario apoya la tesis de devolver la gestión económica del país a la senda del libre mercado. Con ello el centralismo de Xi estaría atravesando sus últimos días.
Lo cierto es que quien es el líder político desde 2012 hoy no tiene un contendor interno visible. Pero la lucha por un equilibrio de fuerzas en el seno del buró político y del Comité Permanente del Partido Comunista hará que la China que renazca a raíz de un nuevo mandato de Xi no se parezca demasiado a la actual.
Y tampoco es claro que Xi reciba otro endoso para permanecer en la cúspide del poder en el Congreso del 2027