Es impresionante la velocidad con que se propaga la imbecilidad. La inteligencia supone muchos años de formación y disciplina. En cambio la estupidez se fabrica en instantes, a golpe repetido de mentiras y amenazas.
Por eso es tan difícil construir una nación y tan sencillo incendiarla. La construcción tarda generaciones, es labor opaca y obliga a poner en acción la dura tarea de pensar. No da frutos rápidos, no sirve para ganar elecciones.
Arrasar con una sociedad, en contraste, consiste en descubrir sus hondas debilidades y propulsarlas hasta generar histeria. Esto sí atrae votos, porque despoja de poder a los ciudadanos para depositarlo íntegro en la figura del azuzador.
En la segunda mitad del XVIII vivió un astrónomo, físico y escritor,...