La situación en la frontera entre Colombia y Venezuela se ha complicado mucho más después del fracaso del intento de intervención humanitaria liderado por Trump y puesto en la arena política por el presidente Duque y el autoproclamado Guaidó. Afortunadamente tras este fracaso, el Grupo de Lima planteó una posición fundada en dos principios fundamentales del derecho internacional y de la soberanía de los Estados: la protección de los derechos humanos y el rechazo de la intervención militar humanitaria.
Guaidó y Duque no han apreciado de manera clara la tensión entre estos dos principios. Y desconocen también aquella tesis de Maquiavelo que dice que “en la política es necesario ser zorro para conocer las trampas y león para atemorizar a los lobos”. Vimos que de esta vieja sabiduría conoce más Maduro que Duque, como lo demostró señalando, en el sentido del realismo westfaliano, que ningún Estado debe inmiscuirse violentamente en la Constitución y gobierno de otro.
En este sentido es loable la posición de los países del Grupo de Lima, porque dieron a entender con claridad que la solución del asunto interno de Venezuela es una cuestión política o militar de los venezolanos y que se debe rechazar el intento de Trump, si lo hay, de intervenir militarmente, desconociendo el proceso decisorio, realmente complicado, del Consejo de Seguridad de la ONU.
Es importante tener en cuenta que aunque el principio de la soberanía es sagrado, en el nuevo derecho internacional, centrado en la protección de los derechos humanos, se afirma que los Estados no tienen un control total sobre sus asuntos internos y que violaciones graves de los derechos humanos constituyen un límite de la soberanía.
Política y jurídicamente existe en el orden internacional actual el derecho de intervención, el cual debe ser autorizado por el Consejo de Seguridad en respuesta a crisis humanitarias graves: crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra sumamente graves, homicidios masivos, genocidios, tortura generalizada. Frente a estos crímenes execrables es necesaria la intervención humanitaria.
Pero esto no es un juego de mandatarios envalentonados, precandidato-canciller, hay que tener presente que las intervenciones armadas han sido catastróficas en la mayoría de los casos. En Somalia la intervención aumentó el conflicto y la guerra civil. Las fuerzas de la ONU no pudieron capturar al general Aidid y tras el retiro de las tropas estadounidenses el país quedó sumido en una guerra feroz como se puede ver en la película Black Hawk Down. En la invasión de Iraq por Estados Unidos, murieron por “razones humanitarias”, más de un millón de personas.
Venezuela ha invertido en armamento más de 10.000 millones de dólares en los últimos años: aviones bombarderos de última generación, tanques y cohetes para usarlos eventualmente contra Estados Unidos. Pero su alcance es limitado, máximo llegarán a nuestras ciudades. En el gobierno debe primar entonces, como aconseja Maquiavelo, la astucia o sabiduría del zorro, más que la fuerza bruta del león. Aquellos, como Pence, Guaidó, Duque, que se limitan simplemente a ser leones, son muy poco hábiles.