La muerte no es como es, es como la veo. Vivo la muerte como decido verla. Si decido verla con tristeza, así la vivo, con tristeza. Y si la veo con alegría, la vivo así, con alegría. Me asombra sobremanera el poder que tengo de moldear en vida mi muerte.
“Después de esta vida, Dios mismo es nuestro lugar”, escribió San Agustín. Si Dios es el lugar donde voy a vivir, en la medida en que cultivo la relación de amor con mi Creador, estoy viviendo ya en ese lugar, Dios.
Gran negocio el de anticipar ya el lugar donde al morir voy a vivir, en el eterno presente del Creador.
Sor Isabel de la Trinidad, no menos atrevida que San Agustín, escribió: “He encontrado mi cielo en la tierra, porque Dios es el cielo, y Dios es mi alma”. Isabel tuvo la convicción...