Por HERMANN RODRÍGUEZ
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El padre Javier Gafo, S. J., gran bioeticista español, fallecido hace varios años, cita en uno de sus libros una bella historia india. Un matrimonio muy pobre iba a celebrar su aniversario. Él daba vueltas y más vueltas a su cabeza, sin éxito, pensando cómo conseguir unas pocas rupias para hacer un regalo a la mujer a la que tanto amaba y que lo había acompañado durante casi toda su vida. Hasta que le vino una idea que le produjo escalofrío: podría vender la pipa, con la que todas las tardes se sentaba a fumar a la puerta de su casa. Con el dinero podría regalar a su mujer un peine para que pudiese peinar su bello y largo cabello, que cuidaba con mucho esmero. Finalmente, con el corazón dolorido y alegre al mismo tiempo, aquel hombre vendió su pipa y se acercó a su casa, llevando envuelto en un pobre papel el peine que había comprado. Allí le esperaba su mujer... que había vendido su hermoso cabello negro para regalar a su marido el mejor tabaco para su pipa.
El amor cristiano se caracteriza porque supone entrega, don de sí, desprendimiento y aún sacrificio del uno por el otro. Cuando Ignacio de Loyola habla del amor, al final de sus famosos “Ejercicios Espirituales”, dice que hay que advertir dos cosas: “La primera es que el amor se debe poner más en las obras que en las palabras” (EE 230); la segunda es que “el amor consiste en comunicación de las dos partes, es, a saber, en dar y comunicar el amante al amado lo que tiene, o de lo que tiene o puede, y así, por el contrario, el amado al amante; de manera que si el uno tiene ciencia, dar al que no la tiene, si honores, si riquezas, y así el otro al otro” (EE 231). “Obras son amores y no buenas razones”, dice la sabiduría popular. No se puede amar sin entregar lo mejor de nosotros en la relación.
La Carta a los Efesios se refiere a la relación matrimonial comparándola con la relación que existe entre Cristo y la Iglesia. Cuando he presenciado matrimonios y hemos hecho esta lectura, se nota una satisfacción en el rostro de los novios al leer la primera parte del texto: “Las esposas deben estar sujetas a sus esposos como al Señor” (Efesios 5, 22). Pero cuando se explica la segunda parte, las novias son las que parecen más satisfechas: “Esposos, amen a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia y dio su vida por ella” (Efesios 5, 25), porque de lo que se trata es, sencillamente, de un amor que está dispuesto a la entrega hasta la muerte, y muerte en cruz...
Este amor oblativo solo será posible si marido y mujer se hacen una sola persona, que es lo que Jesús propone para la relación matrimonial: “Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su esposa y los dos serán como una sola persona. Así que ya no son dos, sino uno solo. De modo que el hombre no debe separar lo que Dios ha unido”