Preocupan los pronósticos sobre las funestas consecuencias que deja el paso del coronavirus. Tumba la economía mundial. Causa estragos en la vida humana. No se le queda protagonismo letal por interpretar en el drama planetario.
El Fondo Monetario Internacional calcula una contracción de la economía mundial del 3 %, cuando a comienzos del año vaticinaba un crecimiento del 3 %. En los Estados Unidos sus entidades de análisis y proyecciones proclaman que ya la recesión llegó. La China confirma en cerca del 7 % la caída de su economía, después de cuatro décadas de crecimiento continuo. El PIB colombiano, que despegó el año incrementándose en el 4 %, caerá en el 2,5 %. En economía, muerta la autarquía, el efecto dominó arrasa como otra epidemia.
Este panorama económico tan sombrío que hoy muestra a la humanidad, lleva a buscar puntos de comparaciones para mitigar los efectos sicológicos del confinamiento forzado. En la soledad y en el silencio –que para algunos agrada tanto como anacoretas confesos, mientras a otros los precipita a la ansiedad– reabrimos el libro de Rodolfo Segovia sobre la caída de Cartagena en la reconquista española de Pablo Morillo. Fue un sitio inhumano, propio de la crueldad conquistadora, al utilizar como estrategia para rendir la población, sitiarla por hambre. La desesperación y angustia alimentaria de los famélicos defensores, confinados por cerca de cuatro meses entre sus murallas, condujeron a consumir perros, gatos, ratas, y alimañas de todas las especies como dieta para demorar la muerte en medio de desgarradoras agonías. Los pocos hospitales colapsaron por la disentería, el paludismo, las gangrenas de sus habitantes. La “hambruna causó entre dos y tres mil muertes”, alto índice para lo que era la población cartagenera de la en época.
Para el caso de Colombia, si bien recordar esta crueldad no es consuelo para lo que hoy se vive, sí deja en claro que muchos pasajes de su historia han estado enmarcados en el dolor y la sangre. A la violencia de la naturaleza ha marchado a igual ritmo la violencia originada por el hombre colombiano. El sacrificio de Cartagena, guardando las proporciones y los tiempos cronológicos con lo que hoy atraviesa Colombia, podría ser análoga a la tragedia de lo que hoy sucede en la vida del país.
Lo que se está viviendo trae como lección, que si el hombre se hizo para disfrutar de la vida, también debe prepararse para enfrentar sus vicisitudes. Y que hoy, con la misma decisión y coraje con que hace 200 años resistió Cartagena, el país debe asumir el riesgo, al imitarla, de reconstruirse sobre la dura marca que sobre su piel dejará la historia de la pandemia.
P.D.: Mañana se recuerdan 404 años de la muerte de Cervantes. En homenaje a su Quijote de la Mancha, repasemos, en medio de la incertidumbre, uno de sus muchos diálogos con Sancho que hoy sí que adquiere actualidad: “Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas. Porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien ya está cerca”.