Me encantan los magos. Y si algo me interesa es que el mundo se llene de ellos, de magos. Gracias a los magos, la vida transita por el camino de la felicidad.
Me encanta el peluquero, el cocinero, el zapatero no menos que el violinista, el pintor, el escultor, el cura y la mamá que realizan su profesión con destreza y pasión. Me encantan por ser magos.
La vida está con ellos en trance de nacer como el primer día de la creación, en que “vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien” (Gén 1, 31). Dios es el mago de los magos. Con razón me encantan ellos, los magos.
A Jesús, María y José también les encantaban los magos hasta el punto de que su encantamiento los atrajo. No fue extraño, por tanto, que vinieran a visitarlos los magos, gente...