Entre más claridad tengamos sobre la clase de personas que queremos que sean nuestros hijos, más fácil será determinar lo que nosotros debemos hacer para contribuir a ello y menos los errores que cometeremos en el proceso.
Tener un hijo es sembrar la vida y como toda siembra exige paciencia. No hay forma de acelerarla ni de tomar atajos, y cualquier esfuerzo en ese sentido puede arruinar los resultados. Lo importante es tener en cuenta que cada una de nuestras acciones tiene un efecto, por lo que debemos pensar antes de actuar, porque después de que la semilla de la acción ha sido plantada, recibimos toda una cosecha y sus resultados dependerán del cuidado con que la hayamos cultivado.
Cuando nos ocupamos ante todo de los aspectos funcionales...