Durante la reciente visita de Estado del presidente Petro a España, una de las frases más llamativas tuvo que ver con el retraso del primer mandatario a una reunión con empresarios en Madrid. Esto no pasa de ser una anécdota que denota su forma de gobernar, pero abre una discusión respecto a los mensajes que se están enviando a la comunidad internacional y nos hace preguntarnos si tenemos una política internacional definida.
Más importante que la curiosidad sobre los horarios de trabajo del presidente, resultan los discursos grandilocuentes que ha dado sobre la importancia de la lucha contra el cambio climático y la amenaza existencial que esto supone para la humanidad. Además, llama la atención la carga ideológica e histórica en sus discursos ante las audiencias internacionales, lo cual genera confusión y desvía la atención de los asuntos más urgentes del país.
Es comprensible que asuntos como los horarios del presidente o su vestimenta en eventos de protocolo generen curiosidad y titulares en los medios, pero resulta preocupante que estos detalles eclipsen los temas más urgentes que deben ocupar la atención del jefe de Estado. Además, la falta de claridad en la política exterior de Colombia es un problema que se agrava con los discursos confusos e ideologizados del presidente en escenarios internacionales.
Algunos de los temas más urgentes, como la lucha contra el crimen organizado, la atención a los migrantes y la deforestación en la Amazonía, son relegados a un segundo plano en los discursos presidenciales ante audiencias globales. Esto puede deberse en buena medida a la improvisación del presidente, quien con lápiz en mano suele hablar aparentemente sin preparar documentos ni contar con el respaldo de insumos generados por la Cancillería. Petro improvisa lo que dice, aún en frente de los jefes de Estado de otros países.
Lo anterior conduce a que el presidente parezca más una activista del cambio climático y un comentarista de la historia de Colombia que un jefe de Estado preocupado por la política nacional y las prioridades del país. Resulta curioso así que un sector como el turismo, el cual pretende de acuerdo con la visión gubernamental reemplazar los ingresos generados por los hidrocarburos, sea una materia ausente en las declaraciones de Petro en sus viajes al exterior.
En medio de esta realidad diplomática, la figura del canciller es casi inexistente. Leyva concentra sus esfuerzos en la promoción de los diálogos de paz con grupos ilegales más que en el direccionamiento de la política exterior del país y la administración de su ministerio. Así, la primera dama ha adquirido un papel de mayor visibilidad en los escenarios globales que el jefe de esta cartera, afectando así la gobernabilidad.
En conclusión, mientras se sigan enfatizando mensajes pomposos y simbólicos en detrimento de las necesidades reales de Colombia, nuestra política exterior seguirá siendo difusa y poco efectiva en la defensa de nuestros intereses en el mundo. Es hora de que el presidente Petro y su equipo reconsideren su enfoque en el ámbito internacional y comiencen a priorizar lo que realmente importa para nuestro país. Solo así podremos construir una política exterior sólida y coherente con las necesidades de Colombia en el siglo XXI.