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Aldo Civico
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Medellín, un cordero de sacrificio

Por ALDO CIVICO

aldo@aldocivico.com

Tiene razón Alonso Salazar, profundo y respetado conocedor de la historia de la ciudad, al escribir que los juegos de poder que están saqueando a la ciudad están cada vez más al desnudo. Resulta cada día más claro que Daniel Quintero, motivado por una espasmódica ambición que comparte con su esposa, otros familiares y amigos, no es nada más que el caballo de Troya de un diseño más complejo, articulado y oscuro que ve reunidos alrededor de la misma mesa a caciques políticos tradicionales como César Gaviria, familias feudales de la política de Itagüí y Bello, capitalistas codiciosos como los Gilinski, periodistas mercenarios como Vicky Dávila y líderes de la izquierda colombiana como Gustavo Petro, quien hoy, además, coquetea y ha formado una alianza con Luis Pérez, otro personaje clave del drama que estamos viviendo. Se trata de un cartel de intereses y personajes que se parece mucho a la heterogeneidad que caracteriza a las logias masónicas y donde Medellín no es nada más que una movida adicional en el juego de ajedrez para la consolidación de nuevos equilibrios de poderes. Porque Medellín no es el premio final, solo un paso necesario, un cordero de sacrificio.

Frente a algo tan oculto y fangoso, los ciudadanos nos podemos sentir impotentes; demasiado pequeños frente a algo que parece grande y elusivo. La tentación podría ser el desánimo. Pero sería un error, porque le concedería aún más espacio de maniobra al cartel para la toma hostil de Medellín. A esta altura, la revocatoria se convierte en un paso necesario, importante e inevitable. Es la única posibilidad concreta que, a corto plazo, los ciudadanos tienen para resistir y ponerle un alto a este juego.

Al mismo tiempo la revocatoria en sí misma no es suficiente. No es la cura. Es simplemente un paliativo que alivia los síntomas, un parche que detiene el sangrado. Para la sanación, necesitamos una terapia más robusta, que se encargue de remover la causa de la enfermedad. Pero, como suele ocurrir en el caso de fenómenos complejos, la causa no es solo una. Hay causas remotas y próximas y tampoco hay siempre linealidad entre causa y efecto. Pero me parece que una de las causas que vale la pena mencionar es que en los últimos años el tejido social de la ciudad se ha ido fragmentando. En lugar de ser una, Medellín se ha vuelto un territorio disputado por tribus rivales, desangrándose alrededor de estériles y dañinas polarizaciones, llenas de odio, un odio que hoy los del cartel de Quintero están profundizando y apalancando. Me parece entonces que lo más urgente es volver a reconocerse, enterrar el hacha, reinventar rituales para encontrarse y construir confianza.

Decía la incomparable antropóloga Margaret Mead que un pequeño grupo de ciudadanos comprometidos puede cambiar el mundo. De hecho, es lo único que lo ha logrado. Ojalá eso pase hoy en Medellín. Ojalá tengamos la sabiduría de reconocer en la crisis aguda que vivimos la oportunidad para unir a la ciudad. La revocatoria es una oportunidad también para lograr eso 

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