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Juan David Escobar Valencia
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Juan David Escobar Valencia

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Mirando alto. La futura geoestrategia definitoria

Por juan David Escobar Valencia

redaccion@elcolombiano.com.co

No es un secreto que el mundo temporalmente unipolar configurado luego de la victoria de EE. UU. en la Guerra Fría terminó hace algunos años, y el poder solitario estadounidense político, económico, tecnológico e inclusive militar viene perdiendo preminencia, en alguna medida por errores propios de sus formuladores de gran estrategia, pero en gran parte por el acierto y desarrollo de sus rivales; unos viejos como la derrotada Rusia, y más nuevos como la vigorosa China que empieza a salir de su etapa de cautela y bajo perfil.

Rusia, siempre peligrosa, pobre y subdesarrollada, pero no resignada, enfrenta el problema de tener un vecino pujante que puede ser aliado en ciertos asuntos, pero esencialmente es una amenaza regional. Sus opciones geoestratégicas no están en el centro y sur de Asia, pues ese es el espacio que China espera dominar con su ambicioso proyecto logístico One Belt One Road. Rusia tiene una sola opción geoestratégica, controlar el Ártico ruso, que cada vez es más agua que hielo y de continuar así, será una nueva autopista logística que cambiará una porción considerable del comercio mundial.

El proyecto chino de ser el hegemón asiático tiene un prerrequisito, controlar el que considera su Mar del Sur, lo que implica construir un poder naval, incluyendo islas artificiales, que lo enfrentará a la mayor potencia marítima del planeta, EE. UU., y en una escala menor a las pretensiones de India en el Océano Índico.

El pensamiento estratégico enseña que en una confrontación, enfocar los recursos en donde el adversario es fuerte puede ser heroico, pero seguramente estúpido. Los territorios a conquistar deben ser aquellos en donde el rival no es superior y garanticen en el mediano y largo plazo una ventaja perdurable, en vez de aquellos que ofrecen un triunfo sicológico pero en términos reales serán un lastre.

En las décadas por venir, quien quiera ser un poder global no será exclusivamente quien controle más geografías tradicionales o tenga más portaviones, que seguirán siendo importantes. El desarrollo de armas antisatélite y el control del espacio extraterrestre, como las órbitas satelitales de baja altitud, en parte definirán lo que pase debajo de ellas, así los misiles hipersónicos que están en desarrollo no requieran alcanzar la altitud de sus predecesores.

EE. UU. fue el pionero en la construcción de una dimensión diferente a la tierra, el mar y el aire, la que algunos denominan la “infosfera”, aunque el monopolio de esa nueva “geografía virtual” es más un oligopolio compartido con Rusia, China y piratas informáticos freelance. Si EE. UU. aspira a seguir siendo el mayor poder mundial, además de configurar un equilibrio en Asia, no debe descuidar el control de esa “nueva geografía” como tampoco permitir que las pretensiones chinas en el Mar del Sur lo lleven a una inferioridad naval regional. Pero no entender que el próximo pivote geoestratégico global es el espacio exterior, sería un error fatal, así esto parezca ciencia ficción.

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