La descarbonización de la economía es el mayor desafío que enfrenta la humanidad, pero al mismo tiempo ofrece oportunidades de inversión y crecimiento sin precedentes. Uno de los grandes frentes de acción para detener el calentamiento global es la mitigación climática, la cual incluye políticas e inversiones para reducir, eliminar y remover emisiones de gases efecto invernadero de nuestra atmósfera como el dióxido de carbono y el metano, los cuales se liberan en procesos de combustión y otras actividades industriales, así como contaminantes locales que afectan la calidad del aire en las ciudades, como el material particulado, los óxidos de nitrógeno y el dióxido de azufre.
Los países desarrollados ya han internalizado este desafío en sus políticas públicas y están actuando de manera decidida. Ejemplos abundan, como la aprobación en agosto de este año de la ley para reducir la inflación en Estados Unidos, la cual se convirtió en la ley de acción climática más ambiciosa que se haya aprobado en ese país, con inversiones por más de 128 billones de dólares en energía renovable y almacenamiento, 30 billones en energía nuclear, 13 billones en incentivos para movilidad eléctrica, 14 billones para eficiencia energética en los hogares, 22 billones para autogeneración y 37 billones para desarrollar la industria energética local. Políticas similares se han implementado en Canadá, Japón, el Reino Unido y la Unión Europea.
Aunque en economías emergentes hace falta acelerar y profundizar en el desarrollo de políticas para promover la mitigación climática, las cifras son extraordinarias. Estimaciones de agencias internacionales y fondos de inversión calculan que en estos países se deben invertir cerca de un trillón de dólares solo en infraestructura energética al año 2030, incluyendo líneas de transmisión, sistemas de carga para vehículos eléctricos y almacenamiento de energía a gran escala, además de una mayor capacidad instalada de generación eléctrica de cero y bajas emisiones. Adicionalmente, las inversiones verdes en todos los sectores económicos deben ser de entre 3 y 6 trillones de dólares anuales al año 2050 para efectivamente mitigar el cambio climático y reducir las emisiones de manera sustancial.
En conclusión, la tarea económica para los países en vía de desarrollo es titánica, pero el retorno de estas inversiones será aún mayor. Colombia tiene todo el potencial para aportar y beneficiarse de las soluciones globales, sin renunciar precipitadamente a nuestros principales productos de exportación, a través de una transición energética ordenada, gradual y acorde con nuestras realidades económicas. Justamente para esto se creó un robusto y atractivo marco de política pública que incluye el documento Conpes 4075 Política de Transición Energética, la Ley 2099 de Transición Energética, la Ley 1964 de Movilidad Eléctrica, la Taxonomía Verde, la Hoja de Ruta para el Hidrógeno de Cero y Bajas Emisiones, la Hoja de Ruta para la Energía Eólica Costa Afuera, y se han realizado subastas de energía renovable y de almacenamiento a gran escala. Nos falta mucho por recorrer, pero el camino está trazado y ha sido ampliamente reconocido a nivel global tanto por organismos multilaterales como por inversionistas privados