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El matrimonio infantil atenta contra los derechos fundamentales de niños y niñas y más que un contrato civil, parece una práctica creada para satisfacer deseos y fetiches de hombres pedófilos, que se casan con niñas para convertirlas en sus empleadas domésticas y explotarlas sexualmente.
Por Natalia Zuluaga Rivera - nataliaprocentro@gmail.com
El día en que decidí casarme con Santiago tenía más de 30 años; sabía que se trataba de una de las decisiones más importantes y trascendentales de mi vida. Aceptar convivir con alguien, compartir tu vida, tus gustos, tus hábitos, tu espacio con alguien, es una decisión de tal trascendencia que de ello depende, en mucho, que seas una persona feliz por muchos años, que en tu vejez estés acompañada de la persona correcta, que tus días y noches sean al lado de una persona buena, podría incluso, en cierta forma, garantizarte una estabilidad en la salud física y mental.
Recuerdo que a mis 14 años me gustaba ir a clases de música en el Conservatorio de la Universidad de Antioquia, salía con mis amigos del barrio Simón Bolívar y, lo más arriesgado que hacía, era ir a los bailes de garaje de mi cuadra, con la condición de regresar antes de la medianoche. A mis 14 años nunca pensé abandonar mi casa para irme a vivir con un hombre en unión marital. Mi caso podría ser excepcional pues, según la Unicef, Colombia ocupa el puesto 20 a nivel mundial respecto al número de niñas casadas o en unión libre antes de cumplir los 15 años. En nueve oportunidades, el Congreso de la República ha tenido sobre la mesa un proyecto de ley que busca eliminar el artículo 117 del Código Civil, una norma que permite que niños y niñas de 14 años contraigan matrimonio con el permiso de sus padres.
Me pregunto, ¿es tan difícil para los legisladores prohibir que niñas de 14 años sean entregadas por sus padres a hombres mucho mayores que ellas para que convivan en unión marital? Esta escena a simple vista es aberrante.
Señores congresistas, el matrimonio infantil atenta contra los derechos fundamentales de niños y niñas y más que un contrato civil, parece una práctica creada para satisfacer deseos y fetiches de hombres pedófilos, que se casan con niñas para convertirlas en sus empleadas domésticas y explotarlas sexualmente.
Luis Pedernera, vicepresidente del Comité de los Derechos del Niño de la ONU, indica que el matrimonio infantil tiene consecuencias directas en la interrupción del ciclo educativo de las niñas y es producto de una combinación entre pobreza, desigualdad de género y falta de protección de los derechos de los niños y las niñas. Esta práctica centenaria trae riesgos en la salud y en la vida de las niñas por embarazos a temprana edad, las hace más vulnerables a sufrir violencias, abusos y relaciones sexuales forzadas. Hace dos semanas, una gran amiga, Jennifer Pedraza, representante a la Cámara del partido Dignidad y Compromiso, presentó un proyecto de ley que busca prohibir las uniones tempranas y el matrimonio infantil en Colombia. Por primera vez en la historia de nuestro país, este proyecto fue aprobado en la Comisión Primera de la Cámara de Representantes y para que este proyecto por fin sea ley debe pasar tres debates en Cámara y Senado.
Argentina y Colombia son los únicos países en Latinoamérica que permiten el matrimonio infantil. Ya estamos cerca, solo falta la voluntad política de los legisladores, que no sigan dudando y pongan de una vez por todas ese interés superior de los niños que prevalece sobre los derechos de los demás.