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Ernesto Ochoa Moreno
Columnista

Ernesto Ochoa Moreno

Publicado

Navidad, noche oscura y silenciosa

Por ERNESTO OCHOA moreno

ochoaernesto18@gmail.com

Dado que los sábados siguientes, tanto el 25 de diciembre de este año como el 1 de enero del 2022, no circula EL COLOMBIANO, como ha sido siempre costumbre, esta es la última columna mía del año. Va, pues, en ella la Feliz Navidad y el venturoso año nuevo para los lectores, quienes son los que mantienen viva esta labor periodística. Para ellos, mi gratitud.

Navidad es silencio. Fundamentalmente es eso: silencio. Ahí está su esencia. Para poder vivir a cabalidad el misterio que se celebra en la medianoche del 24 de diciembre, hay que hacer un esfuerzo para replegarse sobre sí mismo y abrir un espacio de soledad y de silenciamiento interior.

Y como la Navidad es silencio, es también noche, “noche sosegada”, para decirlo en el lenguaje del gran poeta y místico español, san Juan de la Cruz. Una noche en la que, según él mismo lo comenta, el alma “posee y gusta todo el sosiego, y descanso y quietud de la pacífica noche”. Y porque es silencio nocturno, es también, siguiendo al poeta carmelita, “música callada”, porque “es inteligencia sosegada y quieta, sin ruido de voces, y así se goza en ella la suavidad de la música y la quietud del silencio”. Y, en consecuencia, es también “soledad sonora”, que, advierte el fraile poeta, “es casi lo mismo que la música callada, porque, aunque aquella música es callada en cuanto a los sentidos y potencias naturales, es soledad muy sonora para las potencias espirituales”.

La Navidad así, hecha noche oscura y sosegada, música callada y soledad sonora, se percibe “en par de los levantes de la aurora”, ya que, según lo explica el autor del poema “Noche Oscura”, “esta noche sosegada no es de manera que sea como oscura noche, sino como la noche junto ya a los levantes de la aurora. Porque es sosiego y quietud en Dios no le es al alma del todo oscuro, como oscura noche, sino sosiego y quietud de luz divina en conocimiento de Dios nuevo, en que el espíritu está suavísimamente levantado a luz divina”.

Navidad no es ruido, no es bulla, no es pólvora. No es jolgorio. Es fiesta silenciosa, que exige una actitud contemplativa, orante. Y es esa dimensión orante y contemplativa la que se ha perdido en nuestras fiestas navideñas y de diciembre. Hemos rellenado el vacío interior con equipos de sonido y triquitraques porque en el fondo le tenemos miedo a la confrontación honda (noche oscura) que es encontrarse en el tú a tú del silencio con el misterio de Dios 

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