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Ni supremos ni invulnerables

Por Carlos Alberto Giraldo M.

carlosgi@elcolombiano.com.co

El canto de los pájaros no se percibe enfermizo. Es el mismo. Ni el vuelo de las golondrinas. Mantienen sus maniobras de ángulos rectos. Tampoco veo acosados a los loros, aletean sin cansancio cruzando el valle. Ni el pino gigante que está al frente ha perdido color. En sus más de 50 años, sigue brotando. Pero, en cambio, hay miedo en nosotros. Lo advierto en la cajera del supermercado. En el vigilante, a la entrada del complejo. En un amigo que me describe el encierro desesperante.

La naturaleza, las circunstancias, nos están dando una demostración contundente: aquella pretendida superioridad que nos da la inteligencia, ese escalón que hemos creído más arriba de las demás especies, no nos blinda de esta pandemia. Hay un vaho apocalíptico en todo esto. Podemos caer como moscas y ser tan frágiles como los días contados de la mariposa en vuelo.

Hoy no podemos reírnos del gato ni del perro. Ellos pueden seguir adelante, salir, hundir su hocico en los olores del estiércol y en las raíces de los árboles, y mantener un coro de ladridos y maullidos que no se altera con el covid-19.

En cambio, nosotros temerosos de la tos del vecino. De sus basuras, de sus entradas y salidas del ascensor. Somos tan frágiles, tan enanos hoy ante la enfermedad, que por fin entendemos que no hay ninguna superioridad ni invulnerabilidad en la especie humana. Nuestros castillos y ciudades no logran superar la oscuridad tranquila de la madriguera. Ni son más fuertes que el brazo del árbol donde duerme el sinsonte.

Estamos recibiendo la mayor lección al mundo moderno y su civilización. ¿Superiores e invulnerables? No. Frágiles y egoístas. Del placer y del individualismo exacerbados de la “hipermodernidad” solo quedan los restos de nuestra inconsciencia, de nuestros excesos, de nuestra voracidad. De tanta vanidad mediática.

El virus está arrasando todo lo que teníamos por símbolos del estatus humano de la inteligencia y la fuerza: China, Roma, Persia, Galia... y tiemblan los imperios modernos, los de la fanfarronería bursátil contemporánea y los de las torres petroleras y la moda: Wall Street, Times Square, Dubai y París.

La historia plantea preguntas cruciales: ¿es hora de cerrar esfuerzos en torno a una convivencia solidaria? ¿Llegó el momento de contemplar con más respeto y fascinación el latir del elefante y del lobo?

Acorralados como estamos por un enemigo microscópico que nos sacude y nos sepulta, debe brotar un sentimiento de contrición porque hemos ofendido sin pausa a la naturaleza y a la humanidad. Responder tantos cuestionamientos exige humildad sincera.

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