Esta semana el alcalde y su esposa inauguraron la Secretaría de la No Violencia. Coherente con su modus operandi, de mostrarse en público como innovador y pulcro, mientras trama en las sombras, Daniel Quintero se rodeó en la tarima de personalidades que en la ciudad han sido verdaderos símbolos de la resistencia a la violencia y al poder mafioso. Medellín seguramente se beneficiaría de una cultura de la no violencia, pero lo que ciertamente no necesita es una banalización de esta filosofía de vida.
Cuando vi al alcalde y a su esposa lanzar la nueva secretaría no pude dejar de pensar en una de mis experiencias en el movimiento antimafia en Sicilia. Me acordé de Villabate, una ciudad a las afueras de Palermo. Después de los atentados contra las vidas de los fiscales Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, un joven y carismático concejal, Francesco Campanella, con el apoyo del alcalde y la bendición del máximo jefe de la Cosa Nostra, Bernardo Provenzano, empezó a organizar seminarios y eventos “antimafia”. Muchos aplaudieron la iniciativa. No faltaron quienes públicamente expresaron ingenuamente su admiración por el alcalde y el joven concejal tan perspicaz. Tampoco faltaron líderes de la política nacional italiana que desde Roma viajaron a Villabate para alabar al concejal y señalarlo como el ejemplo de una política nueva, independiente y transparente.
Pero varios amigos y yo, incluyendo al alcalde antimafia de Palermo Leoluca Orlando, ni aplaudimos, ni participamos en estos eventos. Finalmente, el instinto y la familiaridad con el modus operandi de la mafia nos dieron la razón; el alcalde y el joven concejal fueron capturados por ser mafiosos y lugartenientes políticos del jefe Provenzano. Los eventos antimafia no eran nada más que una cortina de humo, una operación de marketing político, para distraer a la ciudadanía y a los medios de las investigaciones que la Fiscalía adelantaba en contra de la interferencia de intereses mafiosos en la contratación pública.
Pensé en esta experiencia porque la inauguración de la Secretaría para la No Violencia tiene el tinte de una operación de marketing político por ser un proyecto sin estudios de cargas, y sin transparencia sobre su costo. Además, la facilidad con la cual Quintero miente no lo hacen un representante genuino de la no violencia. De hecho, para Gandhi la no violencia era mucho más que la resistencia pasiva a la violencia o la desobediencia civil. Para él era Satyagraha, o sea la fuerza de la verdad. “Su significado fundamental es mantenerse aferrados a la verdad, por lo tanto, es fuerza de la verdad. También lo he llamado fuerza del amor o fuerza del alma”, observó el líder de la no violencia. Era tan profunda la mirada que Gandhi tenía de la no violencia que para él la independencia no era simplemente la liberación del imperio británico, sino que tenía que ser un proceso de autodeterminación que empezaba desde cada individuo y las aldeas más remotas del país. Era una libertad integral fruto de un proceso de liberación de todas las formas de dependencia. Hoy Medellín está llamada a esta libertad.