El 1º de enero de cada año se celebra la Jornada Mundial de Oración por la Paz. El Papa Francisco, al escoger para la del año 2015 el tema “No esclavos sino hermanos”, señaló que la esclavitud es un hecho perteneciente no solo al pasado, sino también al mundo actual:
“En el mundo contemporáneo, son múltiples los abominables rostros de la esclavitud: el tráfico de seres humanos, la trata de los migrantes y de la prostitución, el trabajo esclavo, la explotación del hombre por el hombre, así como la mentalidad esclavista respecto de las mujeres y los niños. Y sobre esta herida especulan vergonzosamente individuos y grupos aprovechando la situación causada por tantos conflictos en curso en el mundo, así como por el contexto de la crisis económica y de la corrupción. La esclavitud es una terrible laceración abierta en el cuerpo de la sociedad contemporánea (...). Para combatirla eficazmente, es necesario ante todo reconocer la inviolable dignidad de toda persona humana, además de mantener inamovible la referencia a la fraternidad, que requiere la superación de la desigualdad (...). Para ello, es necesario también el compromiso de parte de los ámbitos de la información, de la educación y de la cultura en favor de una sociedad renovada y configurada para la libertad, para la justicia y, por tanto, para la paz”.
“Hoy como ayer -dice el Papa Francisco en su Mensaje de Año Nuevo-, en la raíz de la esclavitud se encuentra una concepción de la persona humana que admite el que pueda ser tratada como un objeto (...). La persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, queda privada de la libertad, mercantilizada, reducida a ser propiedad de otro (...); es tratada como un medio y no como un fin”.
Tratarnos unos a otros no como objetos, sino como hermanos y hermanas, como hijos e hijas de un mismo Creador, es por lo tanto una condición indispensable para el logro de la paz que nos deseamos al iniciar el año 2015, evocando la más antigua fórmula bíblica de bendición (Números 6, 22-27): Que el Señor te bendiga y te guarde; ilumine su rostro sobre ti y te sea propicio; te muestre su rostro y te conceda la paz.