No conozco antecedente alguno. Son ocurrentes los insultos, las trompadas, algún intento de golpe de estado, como el de Tejero en el Congreso de los Diputados en España, incluso asesinatos, como el de Julio César a manos de Bruto y otros senadores romanos. Pero nunca se había sabido de un congresista que se bajara los pantalones en un recinto parlamentario. Quizás por eso fuera inevitable que la atención se centrara en el trasero de Antanas Mockus. Pero no por único es menos desafortunado.
Lo de Mockus es patético. No hubo en su gesto un “acto simbólico”. Fue pura vulgaridad, patanería, ordinariez. Es verdad que Antanas ha sido un hombre inclinado al exhibicionismo, a payasear, deseoso siempre de llamar la atención. Pero en esta ocasión la falta...