Escribía en El Espectador el profesor de la Nacional, Diego Guevara, que hay un 0,01% de los colombianos que quieren insistir en un modelo de crecimiento beneficioso para unos pocos y, en el fondo, defender el status quo.
Cifra más, cifra menos, es de lo que se trata la insatisfacción de millones de colombianos con el régimen que los ha ignorado y apabullado por décadas.
El Censo Nacional Agropecuario mostró que 1 % de las unidades de producción más grandes controlan 81 % de la tierra, el país más injusto de América en este campo.
Y 15,1 % de compatriotas no viven ni con $145 000 mes para comprar la canasta mínima (7,4 millones de personas), y otros 21 millones andan en la pobreza monetaria. Sí, más de medio país pobre.
Quienes defienden este estado afirman que se ha avanzado y mejorado, mas al mirar datos del Dane se percibe que en la década pasada la reducción de la pobreza se mantuvo en niveles similares, con muy leve descenso. Así funciona el negocio.
Uno de cada cuatro jóvenes no tiene trabajo, una de cada tres mujeres jóvenes, mientras la tasa total de desempleo anda por 14 %.
Hasta la clase media, a la que pensaban acomodarle la onerosa reforma impositiva, pasó de 30,1 % a 25,4 % (2,18 millones menos de personas en ese nivel).
La pandemia agudizó las carencias, pero no es responsable de las grandes desigualdades nacionales, que acá y en la mayoría de países occidentales tratan de vender como normales: “eso es lo que les tocó”.
No es de extrañar el abandono de zonas periféricas, que como describe el historiador Jorge Orlando Melo, ante reclamos la ayuda se reduce a regalías, transferencias y auxilios que alimentan la corrupción.
Se nombran comisiones y se firman acuerdos con un objetivo claro: incumplirlos.
Decía en estos días el obispo de Apartadó, Hugo Torres, ante inquietud en El Colombiano y las grandes carencias de las comunidades que “sí ha habido respuesta a nuestras peticiones desde distintas instituciones, pero resultados concretos más bien pocos”.
Por eso se justifican las protestas de quienes poco o nada tienen, que han sufrido abandono e indiferencia.
Una de las conclusiones del economista Thomas Piketty en su esclarecedor libro Capital e Ideología, es que “... el combate por la igualdad y la educación es el que ha permitido el desarrollo económico y el progreso humano, y no la sacralización de la propiedad, la estabilidad y la desigualdad”.
¿Estamos?
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