La Cruz no atrae a casi nadie. Es imposible hoy una llegada a la victoria sin pasar por la derrota. Al hombre de hoy eso le cuesta admitirlo, porque rehúye espontáneamente todo lo que implique sufrimiento, privación, muerte, y busca con afán el goce, el confort, la vida.
Pero por otro lado el hombre actual está más capacitado que nunca para vivir con lucidez su radical caducidad y su destino para la muerte. De hecho, las filosofías originales de nuestra época se complacen en esa mirada fija a la muerte. Y la experiencia de cada día nos enseña que, a pesar de todos los esfuerzos, el sufrimiento, la enfermedad y la muerte continúan siendo el patrimonio común de la humanidad.
La sociedad, y mucho más la sociedad del consumo y del confort, excluyen...