Un puñetero robot me ha tomado por millonario. No es que me moleste la equivocación sino el hecho de no serlo. En realidad, creo que por culpa de algún algoritmo aplicado a la publicidad en Internet me he dado cuenta de que jamás seré rico. Y es que a mí, que tengo en Madrid un Toyota Corolla de hace diez años cuyo motor suena como un viejo tanque Panzer y un monovolumen Volkswagen en Londres, con más caramelos incrustados en la tapicería que caballos de vapor, un robot “salao” me ha ofrecido comprarme nada menos que un Rolls Royce “Phantom”. “For only £3,400 P/M”, eso sí. Unos 5.000 dólares al mes, para que se hagan una idea. Al margen de que ese “for only” aplicado a mi nómina mensual es una ironía que roza el cachondeo, no se me ocurre cómo...