Es preocupante la última encuesta de la firma Gallup. Arroja resultados negativos que ponen de presente la crisis institucional colombiana. Todos los organismos que conforman la sociedad y el Estado resultan reprobados.
Es inocultable la imagen negativa que tienen los ciudadanos sobre sus instituciones. Hasta la Iglesia católica, que por tanto tiempo estuvo a la cabeza de aquellas entidades que los ciudadanos tenían como referentes morales, se derrumba. Pocos creen en algo. Las mayorías desconfían de sus antiguos valores. El panorama es deprimente.
La Iglesia colombiana a duras penas pasa el examen. Solo el 51 % tiene imagen positiva de su magisterio. Escándalos de pederastia sacuden sus cimientos, la debilitan. Parece olvidarse de las enseñanzas que desde hace 2000 años heredó del madero de la cruz.
Las Fuerzas Militares, el segundo pilar en el cual tradicionalmente se ha sentado la seguridad y confianza de los colombianos, caen. El 58 % confía en ellas. En este espectro de negativismo emerge como la primera fuerza de credibilidad de los colombianos. Ya no son los “falsos positivos” lo que afectan su seriedad sino los escándalos en el manejo de sus recursos económicos.
El Congreso se va de bruces. Un 75 % la imagen negativa, es decepcionante. Los clientelistas que por sus curules buscan la mermelada, escudriñando todas las partidas presupuestales y la incapacidad para aprobar proyectos encaminados a la reforma política y a la justicia como herramientas para combatir la corrupción y la impunidad, cada vez lo debilita más.
Pero la “tapa del congolo” de la encuesta es el sistema judicial. Su desfavorabilidad está por los lados del 80 %. La Corte Constitucional a duras penas tiene un 36 % de imagen positiva y la Corte Suprema un 28 % de aceptación. El mercado de compra-venta de sentencias y fallos, los carruseles de la dicha, los togados entre rejas y otros prófugos, están mostrando su decadencia y desprestigio. Un país con la justicia tan deshonrada no puede aspirar a constituir el gran pilar para sostener un Estado fuerte, eficaz y respetable.
La clase empresarial también se ve afectada en estas encuestas. Tiene tan solo el 49 % de favorabilidad. Ahí se evidencia la decadencia de entidades que la aglutinan como la Andi, que cuando en tiempos pasados hablaba, ponía a pensar al país. Hoy sus declaraciones son fofas, revestidas de lugares comunes que reflejan su carencia de liderazgo.
¿Qué puede hacer un presidente rodeado de instituciones desprestigiadas? ¿Con un establecimiento resquebrajado? ¿Será este régimen alternativa de poder para el próximo cuatrienio presidencial? ¿Estaremos cerca de caer en un gobierno populista de extrema izquierda? Porque toda esta confusión es la que aprovechan los aventureros para seducir y conquistar con sus tesis populistas y demagógicas. Venden esa mercancía fácilmente aprovechando el desespero y la desesperanza de las gentes y la incompetencia de un sistema político y judicial socavado por el desgreño y la corrupción.
En estas elecciones regionales de octubre se empezará a dirimir el pleito entre las tesis centristas y populistas. Será el termómetro para medir la intensidad de lo que seguiría en la próxima elección presidencial. ¡Oh mi país, mi país!, como dice el bambuco de Guillermo Calderón.