“Los riesgos de los opioides han sido minimizados desde cuando Alexander Wood, inventor de la aguja hipodérmica en 1853, afirmó que la morfina inyectada, a cambio de no ser ingerida, no causaba adicción. Esta estupidez ocasionó la adicción de 100 mil soldados en la guerra civil de los Estados Unidos. En 1895 un científico de Bayer aumentó la potencia de la morfina y la llamó “heroin” palabra del idioma alemán para heroico”. Así comienza un destacado artículo sobre los opioides de la revista The Economist del 23 de febrero pasado.
Las drogas matan 70 mil estadounidenses por año, de los cuales 50 mil son culpa de los opiáceos, cinco veces más que en el año 2000. Otros 39 mil adicionales perecen en accidentes de tráfico y en tiroteos. En los Estados Unidos, en 2015, se gastaron en combatir los opioides el 2,8% de su PIB.
Durante el Siglo XX los opioides fueron una sustancia controlada por las autoridades, hasta cuando en 1996, nos revela The Economist, Purdue, una empresa farmacéutica privada lanzó una pastilla llamada OxyContin, la cual contiene un poderoso opiáceo “la oxicodona”, que es un familiar de la heroína y es dos veces más fuerte que la morfina. Otras farmacéuticas desarrollaron drogas similares y todas fueron recetadas por los médicos.
El OxyContin fue formulado en forma exagerada por los médicos estadounidenses, porque sostenían que sí podía disipar cualquier dolor crónico durante 12 horas con menos del 1% del riesgo de adicción. Esto resultó ser falso, en la mayoría de los pacientes su efecto no pasaba de ocho horas. Pero los pacientes, como no les producía adicción, comenzaron a comprar opioides ilícitos a razón de caja por cinco dólares, frente a los 50 dólares de la caja de los lícitos.
“Los estadounidenses, continúa The Economist, consideraron esta epidemia como un problema de salud pública, que no merecía la pena de prisión. Este cambio, sin lugar a dudas, está relacionado con la raza. Durante la crisis del “crack” -cocaína- entre 1980 y 1990, cuyos usuarios fueron los negros en forma desproporcionada, sí respondieron las autoridades con castigos de cárcel. Pero como los opioides ilícitos matan dos veces más blancos que negros, optaron por la salud pública”.
“John Kelly, de la Escuela de Medicina de Harvard estima que un adicto a los opioides requiere ocho años y cuatro o cinco intentos de tratamiento para lograr un solo año de abstinencia. En los Estados Unidos hay 2 millones de adictos, entre 1% y 4% de ellos muere de sobredosis”.
El problema de algunas drogas como los opioides -sugiere The Economist- podría ser un problema que nace, se madura y, finalmente, desaparece lentamente. Cuando nace, emerge un elevado número de adictos mal informados, imprudentes. Pero muy pronto aparecen las noticias del que murió por sobredosis, del adicto que no reconoce su adicción, de los grandes problemas para la salud, y, entonces, los jóvenes y los médicos comienzan a no consumirla, a no recetarla y así desaparece lentamente. Numerosos enviciados mueren, mas no son remplazados. Quien esto escribe sospecha como posibilidad remota la desaparición lenta, porque no se compadece con la realidad el crecimiento exponencial del 7,6% por año, en el cual aumenta el número de adictos a los opioides mencionado en el artículo.