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Por Federico Hoyos Salazar - contacto@federicohoyos.com
El escritor británico George Orwell fue un defensor de la precisión en el lenguaje y la necesidad intelectual de escribir con corrección. A Orwell le molestaban las palabras sin sentido y creía que tanto en la crítica artística, literaria y en la política, se abusaba de los términos y se vaciaban de su contenido real para engañar.
Respecto a lo anterior, creía que palabras como fascismo, democracia, socialismo y libertad, entre otras, eran usadas frecuentemente de manera vacua. En su texto, Por qué escribo, el novelista británico manifestaba, refiriéndose a los términos mencionados: “Las palabras de este tipo son con frecuencia empleadas conscientemente de manera deshonesta. Esto es, la persona que las usa tiene su propia definición, pero permite pensar a quien lo escucha que se refiere a algo completamente diferente”.
Esta corrupción en el lenguaje, como la llamaría Orwell, está presente de manera permanente en el discurso del presidente Petro. Términos como “perdón social”, “paz total” y ahora “reconciliación nacional”, son formas de maquillar con palabras agradables y aparentemente positivas, una intención política compleja. En un reciente discurso en Ciénaga de Oro, Córdoba, el presidente anunció una “reconciliación nacional” que incluye a narcotraficantes en las negociaciones de la Paz total. Si se escucha de manera rápida, lo anterior podría sonar plausible. En honor al autor británico, acudamos a la precisión en el lenguaje. La Real Academia Española define la palabra reconciliar como: “Volver a las amistades, o atraer y acordar los ánimos desunidos”. ¿Quién no quisiera un país reconciliado? ¿Quién no anhela una paz total? El problema no está en la intención sino en el contenido de la propuesta.
Surgen preguntas sobre las intenciones del gobierno nacional: ¿A qué se refieren con reconciliación? ¿Significa lo anterior un perdón a narcotraficantes por sus delitos? ¿Lo permite la Constitución? ¿Lo aprobará el Congreso? ¿Lo quiere la ciudadanía? Estas son sólo algunas de las preguntas esenciales ante las propuestas grandilocuentes y aparentemente benévolas del gobierno nacional.
Frente a cualquier gobierno que proponga reformas y proyectos transformadores, es imperativo buscar el mayor nivel de precisión en sus intenciones; las motivaciones, y métodos de implementación. En momentos de promesa de cambio, es necesario que personas valientes cuestionen sin cesar y conduzcan a los reformadores a explicar qué significan sus promesas y cómo pretenden materializarlas, además de la urgencia en la pregunta ética sobre la conveniencia de estas iniciativas.
“En nuestro tiempo, el discurso político y la escritura están al servicio de lo indefensible” escribió Orwell en las últimas páginas de Por qué escribo. Con perspectiva optimista, podríamos decir que el discurso político y las palabras de personas honestas y virtuosas deben emplearse para desvelar los fines de quienes buscan confundir y manipular. Al promover la precisión conceptual y lingüística, es posible tener un mejor debate político que pueda conducir a mejores resultados tanto en lo que se debe hacer como en lo que se debe evitar.