El barco con la bandera de la paz estaba ladeado, muy ladeado con el cañonazo del No. Pero emergió una extraña conciencia, incluso entre quienes se oponían a los resultados de La Habana: “no votamos para rechazar la posibilidad de la paz, lo hicimos para que se revisaran los contenidos del acuerdo”. Santos tuvo la sindéresis -esa “capacidad natural para juzgar rectamente”-, aceptó sin rodeos el triunfo de la oposición e invitó a buscar un consenso nacional, para sacar a flote el proceso.
Después de seis años se sentó con Álvaro Uribe a la misma mesa. Conversaron cinco largas horas y aceptaron que había que reunir a los capitanes de ambos para redactar un decálogo de correcciones al documento final.
Hasta ahí, el Centro Democrático había movido...