Por Sebastián Durango Muñetón
Pontificia Universidad Católica Argentina
Licenc. Historia del Arte, tercer año
sebastiduranm@gmail.com
Hagamos un ejercicio: pensemos el bosque. El bosque de la Baja Edad Media que esconde animales fantásticos plasmados en los mapas portulanos o el bosque de jardín, de un jardín cerrado que en la iconográfica bajomedieval simboliza la virginidad de una virgen. También, se puede pensar en un bosque como el pintado por Patinir en “El paso de la laguna de la Estigia”, un bosque de la bondad, la maldad o la razón y la ficción, etc.
Asimismo, se puede pensar en el bosque de hoy: el bosque de internet, en donde, trayendo a Eliseo Verón circulan discursos. Discursos que en más o menor medida dejarán unas marcas que al ser reconocidas por ese internauta serán huellas, huellas de lo navegado en ese frondoso ecosistema publicitario de Instagram, adulto de Facebook o de micromensajes en twitter.
Ese internet, ese bosque de virtualrealidad permite que el mundo esté conectado con la Venezuela que “lucha” con Guaidó o la Venezuela que escucha “pajaritos” con Maduro. Asimismo, nos permite entender la “America first” de Trump con una economía floreciente, pero con maleza en el twitter del mandatario que enfrenta a Irán, mientras su pragmatismo le permite pactar con China.
Además, ese bosque ha llegado a Medellín con un alcalde que siguiendo teóricos críticos fue elegido por su “aire” a valor exhibitivo y su falta de aura, sí, la aura que Benjamín define como la manifestación irrepetible de una lejanía, o sea, algo único. ¿Acaso es único un alcalde que tiene el mismo peinado que sus antecesores? ¿Acaso es banal notar si tiene este o aquel corte-peinado? Lo cierto es que el bosque con Quintero llegó para quedarse. La nueva política quiere apostar por la repetida “cuarta revolución industrial”. ¿Sabrán acaso qué es eso?, ¿cómo funciona?, ¿cómo viajamos de las vaporizadas máquinas inglesas a un valle que no tiene máquinas, pero tiene gente? ¿La gente hará la cuarta revolución industrial? Sinceramente, no entiendo qué significan esas dos palabras que tanto repiten junto al valle del software. Sobre este último, será que el valle del software generará empleo a partir de la creación de cargos estatales por montones, no sé, ¿tal vez?, lo cierto es que el municipio ha iniciado una nueva era, la era de los independientes liberales con galimatías informáticas.
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