Los acontecimientos de 1848 -una efeméride de la cual nos desentendimos este año- suscitaron profundas reflexiones sobre el sentido del tiempo histórico. Ellos marcaron el final de la era de las revoluciones modernas en Europa y América, y el inicio de una nueva etapa que arrojaba dudas sobre la convicción de que el progreso era siempre constante y ascendente, idea que debemos a Condorcet, entre otros. El futuro luminoso había dejado de ser un destino que se imponía providencialmente sobre las imperfecciones y los errores de los seres humanos. Realista, perceptivo, sensible como el que más a los indicios equívocos que muestran las sociedades, Alexis de Tocqueville (1805-1859) describió esa inflexión con la imagen del hombre que “marcha en las...