Hace pocos días celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad. El misterio de Dios, revelado a los hombres como la plenitud del amor de Dios para todos, para salvación del mundo.
Al considerar las lecturas de este domingo, no podemos menos que experimentar un gran contraste entre el misterio de Dios y la actitud humana –a veces lamentable- que revela desde el misterio del hombre, a dónde nos puede llevar la soberbia, el orgullo humano. Dice el Evangelio..., vinieron a buscarlo –a Jesús- porque decían que no estaba en sus cabales, tenía adentro a Belcebú. El orgullo humano, descalificando al Espíritu.
Mientras Dios se desprende de la plenitud de su ser, para darse al hombre por su salvación; nosotros seguimos “tercamente empeñados” por soberbia,...