Desde su formación como región, Antioquia ha sido luchadora para enfrentarse no solo a una geografía abrupta sino a un sistema centralista agobiante. No pocas de sus obras han sido financiadas por su propio esfuerzo. Además, ha sabido recoger a ciudadanos emprendedores de otras regiones para sumarlos a iniciativas creadoras de trabajo y riqueza. El exclusivismo raizal no ha sido su fuerte. Abrió su vía al mar para cortar caminos y no quedarse en el solo paisaje de sus cordilleras. Trabaja en su puerto sobre el Caribe para agilizar el comercio internacional del sur de Colombia, suma de regiones que colonizó venciendo sus abruptas geografías con los cascos de los caballos y las duras pezuñas de las mulas. Entre sus montañas represó las aguas para sacarle energía eléctrica, motor de la industria nacional. Y para explotar técnicamente sus ventajas hídricas, creó las Empresas Públicas, orgullo de eficiencia nacional. La Empresa que tuvo en el año de 1970 uno de los embates más fuertes del entonces anapismo populista, que soñaba con instalar un poder eterno. 50 años después, y pocos lo pensaban, EPM estaría pasando por viacrucis similar, impuesto por una autoridad local que pone en riesgo la viabilidad y respetabilidad de la empresa al montar compadrazgos extraños y reñidos con la transparencia del gobierno corporativo.
La sociedad anónima nació en Antioquia y en su capital se crearon la Andi y la Federación Nacional de Cafeteros. El Fondo Ganadero fue una vitrina nacional mixta para impulsar la industria pecuaria. El sistema Metro de transporte arrancó de Medellín con una junta directiva en donde había representantes del gobierno central, regional y del sector privado que remaban para el mismo lado. Sus universidades, públicas y privadas, son almácigos fecundos de investigación, ciencia, humanidades y tecnologías. Abundan las instituciones privadas de solidaridad para la reivindicación de la niñez, muros de contención para evitar desbordamientos sociales revanchistas. Múltiples creaciones empresariales aupadas, en certera armonía, por la suma de capitales y esfuerzos de los sectores público y privado. En las cabezas de los poderes públicos regionales se ha estimulado el emprendimiento oficial y privado en acertado matrimonio. Pocas veces asomó la mediocridad y la opacidad como factores de gobierno.
La política por mucho tiempo pasó por Antioquia. López Pumarejo la señaló como el meridiano nacional. Fue uno de los centros de decisión más fuertes para enfrentar la dictadura de Rojas Pinilla. Había una solidaridad para llegar al frente democrático conjugando sus fuerzas económicas y sociales. Quizá desde allí comenzó a idearse lo que se concretaría con el tiempo; la alianza de gobierno, empresa, academia, universidad, que ha arrojado beneficios evidentes. Los mismos que ahora se ven amenazados por brotes de pichones de caudillos populistas.
Antioquia debe retomar su vocación y decisión para combinar y ejercer todas las formas democráticas y éticas de luchas y reivindicaciones. Convocar a sus fuerzas vivas, sociales, políticas, gremiales, hacia la solidificación del progreso público/privado, y de la rectitud y coherencia administrativa en el ejercicio del poder público. Recuperar su inclinación asociativa con metas definidas, y principios morales. Cualquier desviación de esos propósitos para propiciar saltos al vacío, más que un fracaso sería una irresponsabilidad histórica