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Alberto Velásquez Martínez
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¿Podrá Petro contener sus huestes?

Por Alberto Velásquez Martínez - redaccion@elcolombiano.com.co

La última vuelta presidencial dejó dudas acerca de la pureza en el ejercicio del voto. Hubo regiones en donde los electores fueron presionados por combos criminales para sufragar por uno de los candidatos. Aparecieron en escena, sin necesidad de disparar un tiro, para imponer sus propias reglas y alterar la libre voluntad del votante. Las autoridades locales prefirieron mirar para otro lado y evitar reacciones que alteraran el orden público.

En Colombia, desde las más lejanas épocas de la violencia partidista, las armas dejaron de ser monopolio del Estado como lo proclama la Constitución. Están, desde hace muchas décadas, en manos de grupos violentos ilegales. En los años 40 y 50 del siglo pasado las armas las empuñaron los bandoleros liberales y las contrachusmas conservadoras. Luego los grupos guerrilleros. Se fue extendiendo la insurgencia al mismo tiempo que se encogía la eficacia del Estado. Aparecieron narcotraficantes y paramilitares, que con la droga financiaron la compra de armas sofisticadas. El Estado, sin pudor alguno, mostraba su incapacidad para dominar las organizaciones criminales. Ocuparon zonas del país en donde no se conocían las instituciones jurídicas. Impusieron sus propias leyes. ¿Cuál Estado de derecho?

Como se ven las cosas, la vigencia de un Estado real de derecho construido a través de un Acuerdo Nacional que restañe tantas heridas no va a ser empresa fácil. Puede estar bien intencionado Gustavo Petro, pero tiene una cauda detrás que ya comenzó, aun sin posesionarse, a exigir más presencia en sus decisiones. Son escuadras de extremistas, que poco quieren saber de los derrotados en las urnas. Insisten en aplastarlos, en sabotear las buenas intenciones del presidente electo para construir un Estado justo y eficaz en donde quepan todos los colombianos, en vez de un circo cuya carpa solo cubra a quienes animaron la fiesta de las alucinaciones. ¿Podrá Petro contener tantas presiones de huestes preparadas para ejercer toda clase de revanchismos y para prolongarse en el poder?

Petro debe estar cavilando en su viaje por Italia, mientras pasea en góndola por los canales venecianos arrullado por canciones románticas del gondolero, sobre si lidera desde el poder una socialdemocracia al estilo de Ricardo Lagos, el chileno, o aun de Lula da Silva en el Brasil, o se entrega en los brazos de unos populistas que destruyeron sus países como los Castro en Cuba, los Chávez y Maduros en Venezuela, y ahora inicia el fracasado libreto en el país austral el señor Boric. Esa es la alternativa. No topamos otra diferente.

Mas confiamos —¿iluso que es uno?— en que Petro haga las reformas y renovaciones que son inaplazables en un país lleno de inequidades, a través del gran Acuerdo Nacional que ha propuesto con las fuerzas vivas, políticas y sociales, enmarcado en la vigencia de todas las libertades en democracia. Y no las haga por los atajos suicidas, extravagantes y extrainstitucionales que quieren imponerle aquellos que han vivido en medio del sabotaje y la perturbación 

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