En estos tiempos, da la impresión de que los libros y los políticos no van de la mano. Aquellas estirpes lectoras, aquellos congresistas y presidentes ilustrados que tenían tiempo de ir a una librería por la tarde están en vía de extinción. Cada vez son menos los personajes que sorprenden a un librero en un día laboral, y de paso se toman una charla y un café, comentan un libro, hablan del país desde los relatos asombrosos. Yo conozco un par, muy respetados, escuchan al librero y luego se van felices con otros libros a enfrentar la vida. Pero deberían ser más. Los políticos y los libros deberían ir de la mano para hacer menos incierta esa carrera, para hacer más atinadas las políticas públicas, para pensar mejor la sociedad.
Por eso me encantó...