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Arturo Guerrero
Columnista

Arturo Guerrero

Publicado

Por qué colombia no teme al contagio

Por arturo guerrero

arturoguerreror@gmail.com

Según reciente exploración del Dane, solo al 18 por ciento de los colombianos les preocupa mucho contagiarse del coronavirus. A primera vista, esta cifra tan baja indicaría irresponsabilidad, ignorancia o poco respeto comunitario de parte del restante 82 por ciento de gente negligente.

Si a estos no les preocupa contagiarse, es porque no piensan en aquellos que podrían enfermar al recibir de su respiración las goticas del veneno volador. O porque son aventureros y prepotentes a los que les importa poco pescar en sus pulmones la letal enfermedad.

Para completar este análisis, conviene agregar otro dato del mismo organismo oficial encuestador. Poco menos del 85 por ciento de la población tiene ya el esquema completo de vacunación o muestran interés en vacunarse. De modo que la inmunización general, en su ascenso triunfador, descargaría a la gente de la responsabilidad de cuidarse.

Estos resultados estadísticos aparecen en el exacto momento de la debacle europea. La variante ómicron, considerada la peor hasta ahora, cierra los aeropuertos y recluye al viejo mundo en sus cuatro paredes. En nuestro tercer mundo las noticias llegan como un toque de clarín frente al enemigo ponzoñoso.

Y claro, nuestras autoridades que han visto en la pandemia el instrumento letal para meter miedo, retoman sus alaridos presagiando la llegada de otra ola. Algunos mandatarios locales, no obstante, han alargado las rumbas hasta las 5 de la mañana y han abierto con generosidad los lugares de la economía. Parecen haber transformado su postura antipandemia.

Lo que pocos vislumbran es una explicación natural a aquel escaso 18 por ciento que le tiene miedo a contagiarse. Claro que las vacunas han contribuido a disminuir el susto entre las mayorías. Pero el factor fundamental es otro: los colombianos en conjunto se blindaron, precisamente porque le perdieron el miedo al virus.

Se quitaron de la cabeza la paranoia de una pandemia que ha durado medio período presidencial. Aprendieron a convivir en buses, reuniones, cines, conciertos, centros comerciales, con la marchita tela del tapabocas y el jabón al llegar a casa. Les entregaron su protección a las fuerzas biológicas inconscientes que protegen la vida más que el acetaminofén y el dólex de las EPS.

Confiaron más en su sanidad integral y su alegría.

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