El mandato ciudadano para desactivar la guerra en Colombia es un deber moral y una responsabilidad política. La guerra corroe el espíritu, degrada la condición humana, insensibiliza frente al dolor ajeno, pervierte las normas de convivencia, incrementa las víctimas inocentes y corrompe cada vez más a los ideólogos y actores de los conflictos sociales.
Por el valor de la vida, el reconocimiento de la dignidad humana, el respeto a los Derechos Humanos y las oportunidades que brinda el silencio de las armas para trabajar en favor de la justicia social que conduce a la consecución de la paz, votaré por el sí en el plebiscito del 2 de octubre.
Demos nobleza a la vida intentando construir una sociedad justa, con derechos y deberes para todos, sin privilegios...