Querido Gabriel,
¡Llevo nueve años sin sacar vacaciones!, sus ojos brillaban con cierta vanidad. La sala de reuniones se llenó con un murmullo de admiración. Yo llevo cuatro, dijo otro. Yo apenas dos, replicó el del fondo. Uno de ellos se quedó callado, pasó apenado un trago de su cerveza, había salido dos semanas con su familia por las vacaciones de los niños. Está bien que el trabajo sea un valor, sobre todo si se hace con amor, para servir. Pero ¿de dónde saldría que el descanso es un antivalor? Conversemos sobre las vacaciones, cuya etimología se relaciona con vacío. Hablemos de “presionar pausa”, como dice Juan Luis Mejía.
Merecidas vacaciones, decimos. Tenemos esa idea, que la normatividad laboral refuerza, de que el tiempo libre se tiene...